Así que, hermanos, tenemos una deuda pendiente, pero no es la de vivir en conformidad con la carne, porque si ustedes viven en conformidad con la carne, morirán; pero si dan muerte a las obras de la carne por medio del Espíritu, entonces vivirán. Porque los hijos de Dios son todos aquellos que son guiados por el Espíritu de Dios. Pues ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre! El Espíritu mismo da testimonio a nuestro espíritu, de que somos hijos de Dios. Y si somos hijos, somos también herederos; herederos de Dios y coherederos con Cristo, si es que padecemos juntamente con él, para que juntamente con él seamos glorificados.
(Romanos 8:12-17)
¿Alguna vez se te ha ocurrido pensar que Dios es la única persona en todo el universo a quien deberíamos temer? Él es santo, nosotros somos impíos; Él es bueno, nosotros no. Y si agregamos que Él es todopoderoso, lo sabe todo y es imposible escapar de él porque está en todas partes, ¡Dios debería ser nuestra peor pesadilla!
Pero Dios no quiso que fuera así. Él sabía que teníamos buenas razones para estar aterrorizados de Él, por eso vino a nosotros como ser humano, alguien de quien nadie podía tener miedo. De esa forma se hizo visible y conocible. Ahora las personas podían escucharlo, hablar y hasta discutir con Él. Y todo lo hizo con el único objetivo de rescatarnos del poder del pecado, la muerte y el diablo. Para ello daría su vida en la cruz, dándonos nueva vida con su sangre allí derramada y con su resurrección nos dio vida para siempre, ya no como enemigos de Dios, sino como sus hijos amados.
¡Ahora todo es distinto! Dios es santo, pero a través de Jesucristo también lo somos nosotros. Dios es bueno, y nosotros tomamos prestada su bondad porque Jesús nos ha salvado. Nuestros pecados son lavados y nuestra culpa se ha ido. Ahora estamos en la presencia de Dios y le hablamos como hijos amados de un Padre que los ama con todo su corazón. ¿Y ese gran poder de Dios que solía aterrorizarnos? Ahora es nuestro consuelo, porque el mismo Dios que todo lo sabe, que existe en todas partes y que todo lo puede, usa esos dones para cuidarnos.
A esto es a lo que Pablo se refiere cuando dice: «Pues ustedes no han recibido un espíritu que los esclavice nuevamente al miedo, sino que han recibido el espíritu de adopción, por el cual clamamos: ¡Abba, Padre!». Ahora podemos mostrar nuestros problemas y debilidades a Dios sin temor, diciendo: «Querido Padre, por favor ayúdame». Él no nos regañará, sino que nos acogerá y nos ayudará. Con Él estamos a salvo para siempre.
Querido Padre, ayúdame a confiar en ti especialmente cuando estoy débil y necesito tu ayuda y perdón. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Hay algo que te impida confiar tus pensamientos y dolores más secretos a Dios?
* ¿Qué evidencia ves que sugiere que puedes confiar en Dios con toda seguridad?
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