Hermanos, no quiero que ignoren lo relacionado con los dones espirituales. Ustedes saben que, cuando no eran creyentes, eran arrastrados hacia los ídolos mudos. Por tanto, quiero que sepan que nadie que hable por el Espíritu de Dios puede maldecir a Jesús; y que nadie puede llamar «Señor» a Jesús, si no es por el Espíritu Santo.
1 Corintios 12: 1-3
Hace muchos años, escuché algo que me dejó atónita. Alguien se estaba quejando de los materiales de formación cristiana que producía mi trabajo; dijeron (más o menos): «No estoy contento con estas cosas de ‘Jesús es el Señor’ que nos siguen dando; prefiero pensar en Dios como un colega».
Nos tomó mucho tiempo levantarnos del suelo después de ese comentario. ¿Dios un colega? ¿Un igual, una persona a quien podemos sentirnos libres de criticar o ignorar si no nos gusta lo que dice? No, no, no, no. Eso es un malentendido total de quién es Dios y cómo nos relacionamos con él. Él es Dios y nosotros no. Él es sabio, y le escuchamos y obedecemos. Él es amoroso, y confiamos en Él y encontramos nuestra esperanza en Él.
Nada nos da el derecho de juzgar a Dios. Cualquiera que emita un juicio en su contra demuestra que hay algo muy mal en su comprensión de cómo funcionan las cosas. Sería una persona en la que no podemos confiar, porque si no entiende este concepto básico correctamente, el Espíritu Santo no está hablando a través de ella. ¿Quién sabe en qué más se ha equivocado?
Las actitudes importan. La verdadera prueba no es solo si una persona (¡u organización!) puede recitar la simple frase «Jesús es el Señor» o «Maldito sea Jesús». Sospecho que algunos mentirosos podrían controlar sus bocas el tiempo suficiente para pronunciar esas tres palabras de los dientes para afuera. Pero ¿qué hay de sus actitudes, sus acciones, su trato al pueblo de Jesús, a los que Él llamó «mis hermanos más pequeños»? (Véase Mateo 25:40). Con todas sus actitudes y acciones, las personas que nos rodean están diciendo algo. Y ese algo puede ser «¡Maldito sea Jesús!» mientras usan su poder para aplastar a un compañero de trabajo o familiar más débil; o puede ser «¡Jesús es el Señor!» mientras usan su poder para ayudar y cuidar a las personas que Jesús afirma como suyas.
Dios nos ha llamado a prestar atención, a discernir el espíritu que habla a través de las personas, a notar la diferencia entre los que aman y obedecen a Jesús y los que lo maldicen, ya sea con sus bocas, o con sus actitudes o acciones. ¡¿Cómo no nos damos cuenta de la forma en que tratan al Salvador que amamos?! Él sufrió, murió y resucitó por nosotros y por todo el mundo. Y nos ha dado la ayuda del Espíritu Santo para poder distinguir entre aquellos que realmente le aman y le sirven, y aquellos que simplemente dicen las cosas correctas en público.
ORACIÓN: Querido Señor, haz que mis palabras y acciones muestren mi amor por ti, para que muchos otros lleguen a confiar en ti también. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Te ha pasado que te quedas sorprendido al descubrir que alguien que pensabas que era cristiano en realidad habla o actúa de una manera que deshonra a Cristo, no solo una vez, sino de manera regular?
* ¿De qué formas podemos los cristianos ser más sabios acerca de las personas con las que nos asociamos, de modo que el mensaje que otros reciben sea «Jesús es el Señor» y no nada malo?
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