Hermanos, yo no pude hablarles como a personas espirituales sino como a gente carnal, como a niños en Cristo.
Les di a beber leche, pues no eran capaces de asimilar alimento sólido, ni lo son todavía, porque aún son gente carnal. Pues mientras haya entre ustedes celos, contiendas y divisiones, serán gente carnal y vivirán según criterios humanos.
Y es que cuando alguien dice: «Yo ciertamente soy de Pablo»; y el otro: «Yo soy de Apolos», ¿acaso no son gente carnal?
Después de todo, ¿quién es Pablo, y quién es Apolos? Sólo servidores por medio de los cuales ustedes han creído, según lo que a cada uno le concedió el Señor.
Yo sembré, y Apolos regó, pero el crecimiento lo ha dado Dios.
Así que ni el que siembra ni el que riega son algo, sino Dios, que da el crecimiento.
Y tanto el que siembra como el que riega son iguales, aunque cada uno recibirá su recompensa conforme a su labor.
Porque nosotros somos colaboradores de Dios, y ustedes son el campo de cultivo de Dios, son el edificio de Dios.
1 Corintios 3:1-9
Recordemos por un momento cómo aprenden a comer los niños. Comienzan con leche, pasan a la comidita pegajosa en frascos para bebés y luego se mueven lenta y constantemente hacia otros desafíos alimenticios. Pronto sus paladares experimentan bonanzas de sabor como puré de carne, zanahorias batidas y todo lo que hacen con el calabacín para que sea comestible.
En poco tiempo, llega la hora de su primer plato de comida con puré de papas y de manzana. Aunque parezca que falta mucho tiempo, pronto podrán comer alimentos más complejos y sabrosos. Y lo mejor de todo: ¡podrán alimentarse solos!
¡Sería bueno que pudiéramos decir lo mismo en otros aspectos de la vida!
El apóstol Pablo conocía bien esta situación. Al dirigirse a la comunidad de creyentes en Corinto, no pudo hablarles de la manera que hubiera querido. Ellos conocían a Cristo. Lo habían recibido y habían hecho confesión de fe. Pero su caminar en fe se había estancado. Se ensañaron en asuntos que deberían haber superado hacía mucho tiempo: los celos mezquinos y las luchas internas hicieron que su progreso en el camino de la fe fuera insignificantemente pequeño, o que hasta se detuviera.
Es por ello que Pablo tuvo que dedicar tiempo a explicar los fundamentos de la fe, tratándolos como niños que, si bien una vez habían aprendido a consumir alimentos sólidos, ahora no podían consumir nada más que leche.
¿Con qué frecuencia somos como los corintios, atrofiados en nuestro crecimiento porque nuestro alimento espiritual está cargado de aditivos humanos? Para Pablo había una manera de convertirnos en el hombre o la mujer que podemos ser: la devoción a Jesucristo como Señor y Salvador. Lo que dijo a la iglesia en Filipos vale la pena repetir: «… ¡prosigo a la meta, al premio del supremo llamamiento de Dios en Cristo Jesús! Así que, todos los que somos perfectos, sintamos esto mismo; y si ustedes sienten otra cosa, también esto se lo revelará Dios. Pero en aquello a que hemos llegado, sigamos una misma regla y sintamos una misma cosa» (Filipenses 3: 14-16).
Sujetémonos firmemente a lo que hemos logrado, y crezcamos en Aquél que es la Cabeza de todos.
ORACIÓN: Padre celestial, ayúdanos para que podamos aprender a vivir como aquellos que son maduros en Cristo Jesús, nuestro Señor y Salvador. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿Crees que las vidas de las celebridades influyen en el pensamiento de la sociedad de manera significativa? ¿De qué forma?
2.- ¿A qué persona prominente respetas y admiras?
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