Soy amigo de todos los que te honran, de todos los que obedecen tus preceptos. Señor, tu misericordia llena la tierra; ¡enséñame tus decretos!
Salmo 119:63-64
Cuando conocemos a alguien por primera vez, por lo general tratamos de encontrar qué tenemos en común. Para ello, compartimos información sobre nuestra familia o sobre el trabajo, o sobre nuestro lugar de origen o equipo de fútbol favorito. Otras veces son los desafíos comunes los que nos unen: las alegrías y las frustraciones de la vida o la experiencia compartida de una larga enfermedad.
Cuando nos encontramos con hermanos en Cristo, ¿qué tenemos en común con ellos? Compartimos una fe común en el Salvador crucificado y resucitado, somos conciudadanos del Reino de Dios y juntos buscamos, en el poder del Espíritu Santo, seguir las enseñanzas de Jesús. Entendemos algunas cosas que el mundo que nos rodea no entiende, como el pecado, el arrepentimiento y el perdón. Compartimos con ellos el consuelo y la esperanza del regreso de Jesús en el último día y de un futuro hogar en su presencia para siempre.
Ahora, si bien con otros cristianos podemos compartir intereses e intercambiar palabras de aliento en la fe, nunca fueron nuestros intereses los que nos unieron. Fue Cristo Jesús quien, por su muerte y resurrección, nos libró del pecado, la muerte y el diablo y nos trajo por fe a su reino. A través de la fe en Jesús, estamos «llamados a ser santos, junto con todos los que en todas partes invocan el nombre del Señor Jesucristo, Señor suyo y nuestro» (1 Corintios 1:2b).
Compartimos la alegría del salmista, que es amigo de todos los que temen al Señor y guardan sus preceptos. Por preocupante que sea el mundo en el que vivimos, compartimos con los hermanos en Cristo la idea de que es un mundo lleno del amor de Dios, quien envió a su Hijo a ser el Salvador de este mundo. Oramos para que el Señor nos llene de su amor y nos enseñe sus mandamientos. Compartimos lo que sabemos con nuestros amigos en Cristo, dejando que su Palabra habite ricamente dentro de nosotros.
Un día nos uniremos a todos ellos, esa «gran multitud compuesta de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas… en presencia del Cordero, y vestían ropas blancas; en sus manos llevaban ramas de palma, y a grandes voces gritaban: ‘La salvación proviene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero'» (Apocalipsis 7:9b, 10).
ORACIÓN: Señor Jesús, somos bendecidos por la comunión que tenemos en tu Nombre con nuestros hermanos en la fe. Ayúdanos a ser buenos testigos tuyos para que el Espíritu atraiga a más personas a la comunidad de los santos. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Qué significa decir que la tierra está llena del amor de Dios? ¿Puedes dar un ejemplo o dos?
2.- ¿Qué beneficios especiales recibes cuando te reúnes con otros cristianos?
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