Carlos Silva y Carmen Vergara transmiten un entusiasmo que cualquier joven en sus veinte años envidiaría. Y esa energía, para estos abuelos, tiene una razón: el descubrimiento de la verdad del Evangelio.
Todo comenzó en 2016, cuando don Carlos, contador jubilado (y además payador), se acercó al estand que Cristo Para Todas Las Naciones – Chile instala dos veces por semana en el Centro de Salud Familiar “Dr. Fernando Maffioletti”, de la comuna de La Florida, en el sur de Santiago.
Aunque don Carlos ya estaba familiarizado con el Programa de Literatura de LHM/CPTLN – Chile, porque era en ese entonces presidente del centro de salud, fue la invitación del pastor luterano James Tino al servicio dominical de la iglesia el primer paso para su cambio de vida. “Ya yo estaba decidido”, afirma, al referirse a su convicción de confirmarse como luterano en ese año, a la edad de 73 años.
Decepcionados
Carlos y su esposa Carmen -modista pensionada, de 73 años de edad- desde niños fueron fieles católicos.
En una congregación de La Florida, ambos preparaban a parejas para el matrimonio, y poco les faltó para convertirse en consejeros.
Pero en los últimos años su decepción acerca de la iglesia fue creciendo, por distintas razones.
El más convencido a cambiar de iglesia era Carlos, pues pese a que Carmen ya había asistido a algunos servicios con su esposo, y le habían gustado, aún no se sentía preparada para entrar a la iglesia.
Una decisión por amor
Carlos y Carmen sabían que no podían seguir separados en la fe.
Todo comenzó en la ceremonia de sus 50 años de matrimonio, que celebraron en la misma parroquia católica en la que se congregaban. Carmen estaba feliz de celebrar sus segundas nupcias, pero Carlos no tanto, pues sentía que ya no pertenecía a esa iglesia.
Carlos, no obstante, por complacerla a ella se alejó de la iglesia luterana por al menos un año. Juntos asistían a los servicios católicos, pero empezaban a echar de menos la confraternización que habían conocido en la congregación luterana.
Incluso, en ese lapso, buscaron otras iglesias para congregarse, pero sus servicios no los convencieron.
Carlos quería volver a la iglesia luterana, pero antes debía hacer una reafirmación de la fe y su esposa debía hacer la catequesis para poder confirmarse.
“Ahora yo ya entendí por qué él (Carlos) no debió irse conmigo; él ya se había comprometido con Dios”, expresa Carmen.
Ambos fueron confirmados el 10 de febrero de este año en la Iglesia La Cruz de Cristo, en La Florida.
Para Dios no existen fronteras
La pareja está feliz de su renacer en la fe. “Ahora mi fe es muy grande”, afirma Carmen.
Carlos resume su viaje espiritual de esta manera: “Para llegar a Dios no hay fronteras. El que quiere a Dios lo busca, como sea. Se estrecharán los caminos, habrá caminos abruptos, cientos de problemas, pero lo importante es llegar a la meta, estar a los pies del Señor y decirle ‘aquí estoy, Señor, perdóname si te he ofendido, es lo único que te pido. Amén”.
*Redacción: Moisés Hernández
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