Pues no tengo dudas de que las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros. […] Porque sabemos que toda la creación hasta ahora gime a una, y sufre como si tuviera dolores de parto. Y no sólo ella, sino también nosotros, que tenemos las primicias del Espíritu, gemimos dentro de nosotros mismos mientras esperamos la adopción, la redención de nuestro cuerpo. Porque con esa esperanza fuimos salvados. […] De igual manera, el Espíritu nos ayuda en nuestra debilidad, pues no sabemos qué nos conviene pedir, pero el Espíritu mismo intercede por nosotros con gemidos indecibles. Pero el que examina los corazones sabe cuál es la intención del Espíritu, porque intercede por los santos conforme a la voluntad de Dios.
(Romanos 8:18, 22-24a, 26-27)
¿Alguna vez te ha sucedido que no sabes cómo orar?
Tal vez es una situación tan complicada, que honestamente no puedes descifrar qué sería lo mejor que podría pasar y qué es lo que le quieres pedir a Dios. O tal vez sabes perfectamente por qué quieres orar, pero estás agotado, exhausto, afligido o aterrorizado y apenas puedes abrir la boca para formar las palabras. No puedes dormir, no puedes comer y, ciertamente, no estás a la altura de pedir nada. Tal vez sólo te salen algunas palabras. Tal vez sólo gimes.
Cuando pasamos por momentos así, Pablo nos consuela diciendo que Dios nos ayuda, incluso cuando no tenemos fuerzas para orar ni sabiduría para saber qué pedir. El Espíritu Santo intercede por nosotros. Él ora por nosotros cuando nosotros no somos capaces de orar.
¡Qué alivio es poder entregar lo que nos pesa, sea lo que sea, al Espíritu Santo y decir: «Ora por esto, porque yo no puedo»!, y descansar sabiendo que su oración será perfecta y estará exactamente de acuerdo con la voluntad del Padre. Porque el Espíritu Santo no comete errores y todo lo que él pida será lo correcto. Y el Padre lo escuchará a él, ¡y a nosotros!, por causa de Jesús.
No importa cuán débiles seamos, Él está siempre dispuesto y disponible para ayudarnos. Y no es de extrañar, porque este es Aquél que dio su vida para rescatarnos del poder del mal y que resucitó de entre los muertos para darnos una vida que durará para siempre. Confiemos en él.
Querido Dios, gracias por ayudarme en mis momentos más débiles. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿En qué situaciones te sientes incapaz de orar?
* ¿Cuándo has visto o sentido a Dios ayudándote en un momento de debilidad?
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