¡Dichosos los que confían en el Dios de Jacob, los que cuentan con la ayuda de Dios, el Señor! El Señor creó los cielos y la tierra, y el mar y todos los seres que contiene. El Señor siempre cumple su palabra.
Salmo 146:5-6
La majestuosidad de la creación siempre está a nuestro alrededor pero a veces no la notamos, hasta que veamos su gloria reflejada en una hermosa puesta de sol, una flor delicada o el poder tenaz de una semilla que se abre paso a través del suelo rocoso.
Gran parte de la maravillosa creación de Dios no es fácilmente visible. Una estrella lejana llamada UY Scuti tiene un radio 1.700 veces mayor que el del Sol. La parte más profunda del océano, en la Fosa de las Marianas del Pacífico, se llama la fosa de Challenger y se sumerge a una profundidad de 36.200 pies o casi 11.000 metros. Sin embargo, todo este esplendor ordenado palidece ante la gloria de su Creador. Con su Palabra Dios creó el Sol y la Luna, los planetas y las estrellas distantes. Con su Palabra reunió las aguas en mares y talló las profundidades del océano.
Nuestro salmo alaba al Creador como nuestra ayuda y nuestra esperanza. El Dios que «creó los cielos y la tierra», las grandes estrellas y las profundidades del océano está presente para ayudarnos. Él es «el Dios de Jacob» cuyos actos poderosos en la historia de Israel cumplieron su promesa de enviar al Salvador. Cuando llegó el momento adecuado, la Palabra por la cual fueron hechas todas las cosas, y la tierra fue fundada (Hebreos 1:10), se hizo carne. Su nacimiento fue anunciado por una de las estrellas que él había creado. Jesús, la Palabra, vino a vivir entre nosotros. Él vino para tomar sobre sí los pecados del mundo y llevarlos a la cruz. Jesús sufrió la pena de muerte que merecíamos, la pena decretada contra las criaturas humanas perdidas en rebelión deliberada contra su Creador.
Jesús venció la muerte y la tumba. Él es nuestro socorro y nuestra esperanza, nuestra ayuda contra los poderes del pecado y la muerte y nuestra esperanza de vida y resurrección. Gracias al sacrificio de su Hijo, Dios, que creó los vastos océanos, arrojó todos nuestros pecados a las profundidades del mar (Miqueas 7:19). A través del Bautismo, cada uno de nosotros somos una nueva creación, y en Cristo Jesús nos hemos revestido del nuevo hombre que se renueva en conocimiento según la imagen de su Creador (Colosenses 3:10).
Nuestro Dios y Creador nos alimenta siempre en la fe. Él continúa cuidando su creación espléndida y ordenada, haciendo que se «llenen las fuentes con los arroyos» y «que crezca la hierba para los ganados y las plantas para que el hombre cultive» (Salmo 104:10a, 14a). Él hace «salir su sol sobre malos y buenos, y hace llover sobre justos e injustos» (Mateo 5: 45b). Y cuando Jesús regrese el último día, nos resucitará de la muerte como lo ha prometido. Él creará un cielo nuevo y una tierra nueva donde viviremos en su presencia para siempre. Pero allí no tendremos necesidad del sol o la luna, porque la gloria de Dios, nuestra ayuda y esperanza, será nuestra luz (ver Apocalipsis 21:22-23).
ORACIÓN: Gracias, Dios nuestro Salvador, por cada regalo de tu creación y gracias porque nos has creado de nuevo en Cristo Jesús. Esperamos con ansias el día en que hagas que todas las cosas sean nuevas. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Qué significa para tu vida que Aquél que creó el universo esté a tu lado dispuesto a ayudarte?
2.- ¿Ha cambiado con el tiempo tu visión del universo y de cómo llegó a ser? ¿De qué manera?
© Copyright 2020 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: