Si algunas de las ramas fueron cortadas, y tú, que eras un olivo silvestre, fuiste injertado en su lugar y has venido a participar de la raíz y de la rica savia del olivo, no te jactes contra las ramas; y si te jactas, conviene que sepas que no eres tú el que sustenta a la raíz, sino que es la raíz la que te sustenta a ti. Tal vez digas: «Las ramas fueron cortadas para que yo fuera injertado.» De acuerdo. Pero ellas fueron cortadas por su incredulidad, y tú te mantienes firme por la fe. Por lo tanto, no seas soberbio, sino temeroso. Porque si Dios no perdonó a las ramas naturales, tampoco a ti te perdonará. Por lo tanto, toma en cuenta la bondad y la severidad de Dios; severidad para con los que cayeron, pero bondad para contigo, si permaneces en esa bondad, pues de otra manera también tú serás cortado. Y aun ellos pueden ser injertados, si no permanecen en su incredulidad, pues Dios es poderoso para volver a injertarlos. Porque si tú, que por naturaleza eras un olivo silvestre, contra la naturaleza fuiste cortado e injertado en el buen olivo, ¡con más razón éstos, que son las ramas naturales, serán injertados en su propio olivo!
(Romanos 11:17-24).
En este pasaje, Pablo compara al nuevo pueblo de Dios con un bello olivo, mostrándonos la benevolencia y la disciplina de Dios que permitió a los gentiles, como olivos silvestres, encontrar un lugar en ese árbol y recibir vida en él. La firmeza y disciplina de Dios fueron una respuesta a la falta de fe; su sentencia eliminó a las ramas originales, los judíos, por su rechazo antinatural e incrédulo de la vida que proviene de Él.
Pero eso no debe ser motivo para que nos volvamos arrogantes. «Cuando veas las barbas de tu vecino arder, pon las tuyas en remojo», se dice popularmente. Es que despreciar a quien no cree va en contra del propósito divino de la gracia, ya que Dios puede renovar la fe de quienes la han perdido e injertarlos nuevamente en su familia. Por lo tanto, estamos llamados a vivir reconociendo nuestra dependencia total y completa de la gracia, generosidad y benevolencia de Dios, poniendo nuestras barbas en remojo y confiando solamente en la gracia de Dios.
¡Qué alentador es saber que Dios es todopoderoso y puede volver a injertar en su reino a los que se han apartado de él! Que Dios te llene hoy de su esperanza, recordando que Él tiene poder para injertar a las personas que amas de nuevo a su árbol de la vida.
Oremos: Padre nuestro, gracias por tu generosidad y también por tu firmeza y disciplina. Enséñanos a vivir con humildad, reconociendo nuestra dependencia total de tu gracia, recuérdanos que estamos aquí por tu infinita misericordia y ayúdanos a compartir nuestra esperanza con quienes se han alejado de ti. Amén.
Para reflexionar:
* Recordando que has sido injertado en el árbol de Dios por su gracia, ¿cómo cambia tu actitud hacia quienes aún no conocen a Dios o han perdido la fe?
* Toma un momento hoy para orar por alguien que necesite ser injertado de nuevo en el árbol de Dios. ¿Qué puedes hacer hoy para mostrarle el amor de Dios?
Diaconisa Noemí Guerra
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