Si ustedes llaman «Padre» a aquel que al juzgar se fija en lo que se ha hecho y no en quién lo hizo, vivan el resto de sus vidas en el temor de Dios.
Ustedes saben que fueron rescatados de una vida sin sentido, la cual heredaron de sus padres; y que ese rescate no se pagó con cosas corruptibles, como el oro y la plata, sino con la sangre preciosa de Cristo, sin mancha y sin contaminación, como la de un cordero, que ya había sido destinado desde antes de que Dios creara el mundo, pero que se manifestó en estos últimos tiempos por amor a ustedes. Por él ustedes creen en Dios, que fue quien lo resucitó de los muertos y lo ha glorificado, para que ustedes tengan puesta su fe y su esperanza en Dios.
Y ahora, ya que se han purificado mediante su obediencia a la verdad, para amar sinceramente a sus hermanos, ámense los unos a los otros de todo corazón, pues ustedes han nacido de nuevo, y no de una simiente perecedera, sino de una simiente imperecedera, por la palabra de Dios que vive y permanece para siempre. Porque: «Todo hombre es como la hierba, y toda su gloria es como una flor. La hierba se seca, y la flor se marchita, pero la palabra del Señor permanece para siempre».
Y éstas son las buenas noticias que se les han anunciado.
1 Pedro 1:17-25
Este es uno de esos pasajes que elegiría si estuviera varado en una isla desierta y pudiera tener solo unas pocas palabras preciadas de la Biblia.
En los tiempos difíciles e inciertos de la vida (como cuando estamos varados en una isla desierta), anhelamos algo sólido en qué apoyarnos. Aquí Pedro nos recuerda el Dios que servimos y el amor que tiene por nosotros.
Qué maravilloso es que ahora, siglos después, Dios nos hable a través del apóstol Pedro, uno del círculo íntimo de Jesús. Pedro caminó con Jesús y pasó tiempo regularmente con el Salvador. Pedro conocía a Jesús probablemente tan bien como cualquier humano que haya pasado tiempo con él. Y a partir de esa conexión profunda Pedro, inspirado por el Espíritu Santo, extrajo de la experiencia personal su fe y confianza de quién era Jesús: tanto Hijo del Hombre como Hijo de Dios. De este pescador de Galilea tenemos «buenas noticias» de primera mano.
Ya no nos perdemos en los caminos inútiles de nuestros antepasados. Hemos sido redimidos, «rescatados», liberados del juicio justo e imparcial de Dios. ¿Cómo sabemos que esta redención está completa? Porque la sangre inmaculada del Cordero de Dios se ha derramado misericordiosamente en nuestro nombre. Él es quien vivió antes de la fundación del mundo. Él es el único a quien Dios «resucitó de los muertos y lo ha glorificado, para que ustedes tengan puesta su fe y su esperanza en Dios».
Dios lo ha hecho todo por nosotros y lo hizo maravillosamente. Aunque nos desvanecemos rápidamente de este mundo, encogiéndonos como hierba frágil, la Palabra de Dios permanece para siempre (ver también Juan 1:1-17).
Y esas son buenas noticias cuando estás varado en una isla desierta.
ORACIÓN: Padre celestial, tu Palabra permanece para siempre. Recuérdanos esta verdad y mantennos siempre cerca de Jesús. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿Cómo te ha «rescatado» tu fe en Jesús como Salvador de los «caminos inútiles» de tus antepasados?
2.- ¿Ha cambiado tu percepción de la vida con los años? ¿Hay áreas en las que no eres tan activo y vital como antes?
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