Señor, nuestra esperanza reposa en el camino de tu justicia; son tu nombre y tu memoria el mayor deseo de nuestra alma. Por las noches te desea mi alma, y mientras haya en mí un hálito de vida, te buscaré por la mañana porque, cuando tú emites un juicio, los que habitan este mundo aprenden a hacer justicia. (Isaías 26:8-9)
(Isaías 26:8-9)
Durante mis primeros años como diaconisa, Dios me envió a una joven llamada Nancy. Si bien era madre soltera, le encantaba ofrecerse como voluntaria y tenía un gran corazón. Construimos una amistad muy bonita, por lo que tuve la oportunidad de conocerla a un nivel más personal. Aprendí sobre sus muchas luchas y adversidades. Mi apreciada amiga tuvo una vida muy desalentadora y difícil, no solo por tener una madre drogadicta y un padre en la prisión, sino también por haber tenido que combatir adicciones ella misma.
Cuanto más tiempo pasaba con ella, más le compartía acerca de Jesús. Pero cuando la invitaba a la iglesia, su respuesta siempre era: “No, gracias, la iglesia no es para mí.” Hasta que un día me preguntó: ¿cómo puedo tener lo que tú tienes? Le dije: “¿Qué es lo que tengo yo que tú deseas?” Ella respondió: “paz”.
Una vez más le compartí el amor y la justicia de Dios por medio de su Hijo Jesucristo. Entonces bajó su rostro y se puso a llorar y dijo que no podía creer que después de hacer un caos de su vida, Dios aún la amaba y la aceptaba. Luego de recibir la gracia y el perdón de Dios, su vida nunca fue igual. Romanos 3:22a nos dice: “La justicia de Dios, por medio de la fe en Jesucristo, es para todos los que creen en él.”
Señor Jesús, danos un corazón sensible y dispuesto a compartir tus Buenas Nuevas de perdón, reconciliación y salvación con quienes están lejos de Ti y de tu justicia. Amén.
Diac. Perla Rodríguez
Para reflexionar
- ¿Con quién puedes compartir hoy el amor y la justicia de Dios?
- Pídele a Dios que te acerque a personas no creyentes y muéstrales a Cristo.
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