Digo, pues: Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne. Porque el deseo de la carne se opone al Espíritu, y el del Espíritu se opone a la carne; y éstos se oponen entre sí para que ustedes no hagan lo que quisieran hacer. Pero si ustedes son guiados por el Espíritu, no están ya sujetos a la ley. Las obras de la carne se manifiestan en adulterio, fornicación, inmundicia, lascivia, idolatría, hechicerías, enemistades, pleitos, celos, iras, contiendas, disensiones, herejías, envidias, homicidios, borracheras, orgías, y cosas semejantes a éstas. Acerca de ellas les advierto, como ya antes les he dicho, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. Pero el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fe, mansedumbre, templanza. Contra tales cosas no hay ley. Y los que son de Cristo han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. Si vivimos por el Espíritu, vivamos también según el Espíritu.
Gálatas 5:16-25
¡Puede ser tan difícil vivir de la manera que pensamos que debe vivir un cristiano! Somos creyentes en Jesús, y sin embargo todavía sentimos la vieja naturaleza pecaminosa luchando contra nosotros dentro de nuestros corazones. Somos tentados y caemos en pecado diariamente. ¡Y qué frustrante es!
Con esta guerra dentro de nosotros, es muy tentador querer esforzarnos más, recurrir al poder de la Ley para controlar nuestros impulsos malignos. ¡Pensamos que funcionará! Pero nunca funciona. Cuando creemos que tenemos una tentación bajo control nos surge otra totalmente diferente. La Ley no puede tratar con nuestro pecado. Simplemente lo agita aún más.
Pero Pablo nos dice que hagamos algo diferente: «Vivan según el Espíritu, y no satisfagan los deseos de la carne». Pablo está hablando de algo similar a conducir un automóvil. Cuando conduces, es importante mantener la vista en la carretera, no en el automóvil que viene en frente. Tu coche irá a donde vayan tus ojos.
De la misma manera, lo más inteligente que podemos hacer como cristianos es buscar al Espíritu Santo para que nos ayude y dejar que Él nos muestre lo que sigue. Jesús tiene nuestros problemas de pecado completamente bajo su control; ya no necesita que nos obsesionemos con ellos. Después de todo, Él ya sufrió, murió y resucitó para hacernos hijos de Dios libres, sanos y benditos. Podemos confiar en que Él se ocupará de la agonía de nuestra naturaleza pecaminosa.
Ahora que somos libres, podemos mirar para ver a dónde quiere Él que vayamos después. ¿Hay algo que podamos hacer ahora mismo para ser una bendición para nuestros vecinos, prójimos, familiares o incluso para quienes nos odian? Piénsalo: si de verdad crees que todos tus pecados están perdonados y que ya no tienes que preocuparte por ellos, ¿qué cosas maravillosas podrías hacer con el tiempo, el esfuerzo y la felicidad que Dios te ha dado de repente?
ORACIÓN: Amado Señor, ayúdame cuando me enrede en preocuparme por mi pecado nuevamente. Gracias por liberarme. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Tiendes a pensar demasiado en tu pecado o demasiado poco?
* ¿Cómo describirías la libertad que Jesús te ofrece?
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