Busquen, como los niños recién nacidos, la leche espiritual no adulterada, para que por medio de ella crezcan y sean salvos, si es que han probado ya la bondad del Señor.
1 Pedro 2:2-3
En su carta, Pedro usa una imagen del Señor realmente interesante: compara a Dios con una madre que alimenta con su leche a sus bebés recién nacidos.
Al nacer, mi hijo pesaba un poco más de cinco libras y al principio tuvo problemas para succionar, por lo que le llevaba una eternidad amamantar. Pasó varios días en cuidados intensivos hasta que lo pudimos llevar a casa. Los meses que siguieron son borrosos. Tenía que amamantarlo cada dos horas, y cada vez le llevaba una hora hasta terminar. Eso significaba que 12 de cada 24 horas las pasaba alimentándose. ¡Puedes imaginar lo poco que podía dormir!
Pero todas esas horas invertidas en alimentarlo nos dieron un maravilloso regalo. Para amamantar a un bebé, hay que sostenerlo bien cerca del cuerpo. Allí el bebé se acurruca y se siente cómodo, seguro y abrigado en los brazos de alguien que lo ama mucho. Creo que Dios quiso que así fuera, y es por ello que diseñó el cuerpo humano como lo hizo.
En nuestra lectura de hoy, Pedro nos invita a tener el mismo tipo de cercanía con Jesús: nos insta a ser como bebés recién nacidos, clamando por pura leche espiritual. ¿De dónde viene esa leche pura? Viene del Señor, la fuente de nuestra vida. Él no solo nos enseña lo que necesitamos saber, sino que también nos acerca a Él, donde podemos estar seguros, abrigados y en paz. Él sabe que necesitamos esto, así como necesitamos crecer en nuestra comprensión de Él.
Por cierto que no siempre nos sentimos cerca de Jesús. Hubo momentos en que mi hijo se durmió en mis brazos. Hubo otros momentos en que estaba ocupado con otras cosas: un dolor de barriga, un ruido extraño, o con su papá que intentaba llamarle la atención. ¡Y está bien! Igual consiguió la leche que necesitaba y seguía creciendo y volviéndose más fuerte. Sabía que estaría allí para él, tanto si se estaba centrando en mí como si no. Sabía que yo lo amaba.
Con Jesús es igual. Hay momentos en que recordamos su presencia y hay momentos en que no. Hay momentos en que lo sentimos cerca y hay momentos en que no sentimos nada. Está bien. Jesús sigue estando a nuestro lado alimentándonos, protegiéndonos y cuidándonos, como siempre lo ha estado. Él no nos va a dejar. Después de todo, Él es quien sufrió, murió y resucitó para hacernos hijos de Dios. Él continuará alimentándonos y ayudándonos a crecer hasta la plena madurez en la familia de Dios.
ORACIÓN: Querido Señor, gracias por darme la comida espiritual que necesito. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- Los bebés recién nacidos necesitan mucho cuidado. ¿Cómo se ocupa Dios por los cristianos recién nacidos?
2.- ¿Qué haces cuando no puedes sentir la presencia de Dios? ¿Dónde buscas ayuda?
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*La foto usada en la imagen es de Bethany Beck / Unsplash
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