Por tanto, no hay ninguna condenación para los que están unidos a Cristo Jesús, los que no andan conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús me ha librado de la ley del pecado y de la muerte… Porque el ocuparse de la carne es muerte, pero el ocuparse del Espíritu es vida y paz. Las intenciones de la carne llevan a la enemistad contra Dios; porque no se sujetan a la ley de Dios, ni tampoco pueden; además, los que viven según la carne no pueden agradar a Dios… Y si el Espíritu de aquel que levantó de los muertos a Jesús vive en ustedes, el que levantó de los muertos a Cristo Jesús también dará vida a sus cuerpos mortales por medio de su Espíritu que vive en ustedes
(Romanos 8:1-11).
¿Escuchaste eso? ¡Ninguna condenación! Eso significa que gracias a Cristo somos cien por ciento inocentes ante Dios. Cristo apareció en nuestra historia trayendo esta maravillosa noticia: hay justificación para los pecadores. Y el Espíritu vivificante de Dios comenzó a habitar en los corazones de quienes creemos esta verdad por medio del Evangelio.
Él nos liberó del pecado y la muerte y nos rescató de ese oscuro abismo. Sin embargo, todavía somos seres humanos y a veces permitimos que nuestros deseos giren en torno a nuestro ego. Entonces, obviamente nos enojamos con Dios y lo desafiamos con rebeldía. Muchas veces, en nuestra libertad cristiana le damos prioridad a nuestros deseos egocéntricos y mezquinos y nos alejamos de Dios. Pero aquí es donde Dios nos extiende su mano amiga, prometiéndonos una salida de este ciclo destructivo. ¡No hay condenación alguna! Quedamos siendo cien por cien inocentes.
Es cierto que la ley divina dejó en claro que todos somos culpables de pecado, y según ella, merecíamos la muerte. Pero algo ocurre para quienes reconocemos nuestro pecado y nuestra necesidad de perdón: ¡la culpa es quitada y arrojada lejos! No hay ninguna condenación. Y cuando respondemos a este regalo dándole prioridad al Espíritu, Dios nos da nuevos propósitos y acciones llenas de bondad. Nos brinda vida y paz, un bienestar completo que nos abraza. Y lo más hermoso es que estas bendiciones eternas son nuestras desde ya.
Señor, gracias porque no hay ninguna condenación para los que estamos unidos a Cristo Jesús, los que no andamos conforme a la carne, sino conforme al Espíritu, porque la ley del Espíritu de vida en Cristo Jesús nos ha librado de la ley del pecado y de la muerte. Ayúdanos a no ocuparnos de la carne que es muerte, sino a ocuparnos del Espíritu que es vida y paz. Amén.
Para reflexionar:
*Considerando que a veces permitimos que nuestros deseos egocéntricos nos alejen de Dios, ¿Cómo podemos usar nuestra libertad cristiana para darle prioridad al Espíritu y así recibir vida y paz en nuestra vida diaria?
*Toma un momento del día para celebrar tu veredicto de cien por ciento inocente.
Diaconisa Noemí Guerra
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Al que más se le dé, más se le pedirá.
Que Dios nos ayude. Amén
Amén, Lorena así es! bendiciones