Te alabaré de todo corazón, y ante todos los dioses te cantaré salmos. De rodillas, y en dirección a tu santo templo, alabaré tu nombre por tu misericordia y fidelidad, por la grandeza de tu nombre y porque tu palabra está por encima de todo.
Salmo 138:1-2
En estos pocos versículos, David el salmista nos da una breve lección sobre la adoración. Pero no lo hace intencionalmente; simplemente está ofreciendo alabanzas y gracias a Dios, pero podemos aprender de lo que hace.
El versículo de hoy cubre tres temas: a quién adoramos, cómo adoramos y por qué adoramos. Cuando nos reunimos el domingo con otros creyentes o cuando ofrecemos alabanzas durante nuestros devocionales personales en el hogar, sabemos a quién adoramos, como lo sabía David. Toda la gloria pertenece al único Dios, la Santísima Trinidad, el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo.
¿Cómo adoramos? David no habla de cánticos y salmos, aunque él mismo escribió bastantes de ellos. Él da gracias con todo su corazón. Jesús dijo que el mayor y el primer mandamiento es: «Amarás al Señor tu Dios con todo tu corazón, y con toda tu alma, y con toda tu mente» (Mateo 22:37). Así es como adoramos a Dios, con el corazón, el alma y la mente. Nos acercamos a Dios con nuestros pecados perdonados y «con un corazón sincero, y con la plena seguridad de la fe» (Hebreos 10:22b). Con el salmista, nos inclinamos en adoración, es decir, entramos en la presencia de Dios con asombro, reverencia y humildad.
Cuando sea y dondequiera que adoremos a Dios, lo hacemos «ante todos los dioses». Hay un solo Dios, el Todopoderoso Creador del cielo y de la tierra. Como nos recuerda la Escritura, «Todos los dioses de los pueblos son ídolos, pero el Señor es quien creó los cielos» (Salmo 96:5). Cantamos alabanzas a Dios frente a los muchos dioses del mundo, no solo los dioses y diosas de otras religiones, sino otras cosas adoradas como dioses: riqueza, poder, posesiones terrenales, la adoración de uno mismo y mucho más. Cuando asistimos a la iglesia con nuestros hermanos y hermanas en Cristo para adorar a la Santísima Trinidad, confesamos ante los ídolos del mundo que hay un solo Dios.
Cuando Dios dio sus mandamientos, comenzó diciéndole a su pueblo quién era Él y lo que había hecho por ellos: «Yo soy el Señor tu Dios. Yo te saqué de la tierra de Egipto, donde vivías como esclavo. No tendrás dioses ajenos delante de mí» (Éxodo 20:2-3). Los ídolos falsos no pueden ayudar a los que los adoran, pero nuestro Dios actuó con poder para salvarnos. Ofrecemos alabanzas y adoración porque Dios, en su amor y fidelidad constantes, recordó la promesa de su pacto y envió a su Hijo al mundo para ser su Salvador. A través de la muerte redentora de Jesús y su resurrección triunfante, hemos sido liberados de la esclavitud del pecado. En Jesús, Dios ha exaltado su Nombre y las promesas de su Palabra. Frente a los dioses del mundo, nos inclinamos y adoramos de todo corazón al Dios verdadero quien nos redimió y nos hizo suyos.
ORACIÓN: Señor, te doy gracias y te alabo con todo mi corazón. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿De qué formas preparas tu corazón y enfocas tu mente para adorar a Dios?
* ¿Qué cosas de este mundo son las que más te distraen de una fe y una obediencia a Dios más sinceras?
© Copyright 2022 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: