Pero el ángel le dijo: “Zacarías, no tengas miedo, porque tu oración ha sido escuchada. Tu esposa Elisabet te dará un hijo, y tú le pondrás por nombre Juan. Tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento, pues ante Dios será un hombre muy importante. No beberá vino ni licor, y tendrá la plenitud del Espíritu Santo desde antes de nacer. Él hará que muchos de los hijos de Israel se vuelvan al Señor su Dios, y lo precederá con el espíritu y el poder de Elías, para hacer que los padres se reconcilien con sus hijos, y para llevar a los desobedientes a obtener la sabiduría de los justos. Así preparará bien al pueblo para recibir al Señor».
Lucas 1:13-17
¡Escucha la forma en que el ángel describe el futuro de Juan! Se enfoca en las cosas buenas y maravillosas. Es mucho mejor que decir. «Tu hijo vivirá en el desierto comiendo insectos y será asesinado por un rey malvado». Aunque ambos futuros son igualmente verdaderos, ¿no? Todas esas cosas le sucedieron a Juan.
Y, sin embargo, Dios se enfoca en la bendición.
¿Por qué? En parte por misericordia, quizás para evitar angustiar a los padres de Juan. Pero también hay otra razón. Dios está mirando lo que el sufrimiento de Juan va a lograr. El sufrimiento pasa; la bendición permanece para siempre.
Y esto no es una sorpresa, porque Juan vino a servir a nuestro Salvador Jesús “quien por el gozo que le esperaba sufrió la cruz y menospreció el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios» (Hebreos 12:2). Su sufrimiento se convirtió en nuestra bendición.
ORACIÓN: Señor, gracias por lo que tu sufrimiento nos ha comprado. Amén.
Para reflexionar:
1.- ¿Te gustaría saber el futuro de tus hijos?
2.- ¿Hay cosas en tu vida que tus padres hubieran preferido no saber?
3.- ¿Recuerdas cosas buenas que Dios produjo a partir de tu sufrimiento?
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