¡Enséñanos a contar bien nuestros días, para que en el corazón acumulemos sabiduría! Señor, ¿hasta cuándo te volverás a nosotros? ¡Calma ya tu enojo con tus siervos! ¡Sácianos de tu misericordia al empezar el día, y todos nuestros días cantaremos y estaremos felices!
Salmo 90: 12-14
Cuando alguien nos pregunta si estamos deseando que llegue el día de un evento que añoramos, usualmente respondemos: «¡Estoy contando los días!».
Contamos los días para que lleguen las vacaciones de verano o para que recibamos familiares que nos darán esa visita tan esperada. Los niños cuentan alegremente los días que faltan para su cumpleaños, aunque los adultos lo que hacemos es contar hacia atrás. Pero oramos para que el Señor nos enseñe a contar nuestros días de tal manera que crezcamos en sabiduría al contarlos. En el Salmo 111: 10a se nos dice: «El principio de la sabiduría es el temor al Señor«. La sabiduría que necesitamos aprender no se basa en lo que hemos hecho nosotros, sino en lo que el Señor ha hecho por nosotros.
Y este conteo comienza antes de que tuviéramos días que contar, antes de que tuviéramos un cumpleaños, antes de que existieran los días. Dios nos eligió en Cristo para ser suyos, «en él, Dios nos escogió antes de la fundación del mundo» (Efesios 1: 4a).
Por el bien de nuestra salvación, el Hijo eterno de Dios permitió que sus días fueran contados pues nació y vivió entre nosotros. Y a medida que se acercaba la hora de su muerte, Jesús fue traicionado, arrestado y condenado. Sufrió la pena de muerte que merecíamos por el pecado que llena nuestros días. Entonces, en lo que seguramente es el número de días más maravilloso jamás contado, al tercer día después de su muerte, Jesús resucitó, ¡victorioso sobre el pecado, la muerte y Satanás! A través de la fe en Jesús, tenemos el perdón sin límite y el don de la vida eterna en su presencia, donde no habrá días para ser contados.
Antes de que pudiéramos contar nuestros días, Dios ya los había contado. Él sabe cuál fue tu primer día y cuál será tu último día: «todos los días de mi vida ya estaban en tu libro; antes de que me formaras, los anotaste, y no faltó uno solo de ellos» (Salmo 139: 16b).
Durante todos nuestros días, cada hora, cada minuto, estamos al cuidado de nuestro Señor. Y a medida que avanzan los días, en el corazón acumularemos sabiduría a medida que el Espíritu nos va enseñando a través de la Palabra. La sabiduría que buscamos no es sabiduría de este mundo, sino sabiduría piadosa, «la sabiduría de lo alto» que es «primero pura, luego pacífica, amable, abierta a la razón, llena de misericordia y buenos frutos, imparcial y sincera» (ver Santiago 3:17).
En cada cumpleaños y todos los demás días, con nuestra sabiduría recién descubierta oramos por el único regalo que queremos y necesitamos más que todos los demás, el regalo que es nuestro a través de la fe en Cristo: saciarnos de su misericordia al empezar el día.
ORACIÓN: Señor, ayúdame con tu Espíritu y tu Palabra a crecer en sabiduría a lo largo de los días que me das. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Cuál fue la última vez que te emocionaste realmente al esperar algo?
* ¿Llevas un diario de pensamientos? Si es así, ¿has descubierto algo sobre ti mismo?
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