Vivan sin ambicionar el dinero. Más bien, confórmense con lo que ahora tienen, porque Dios ha dicho: «No te desampararé, ni te abandonaré». Así que podemos decir con toda confianza: «El Señor es quien me ayuda; no temeré lo que pueda hacerme el hombre».
Acuérdense de sus pastores, que les dieron a conocer la palabra de Dios. Piensen en los resultados de su conducta, e imiten su fe. Jesucristo es el mismo ayer, hoy, y por los siglos.
Hebreos 13:5-8
Uno de los grandes dones de Dios es algo en lo que la mayoría de las personas no medita: el contentamiento. ¿A qué me refiero? A la forma en que nos sentimos cuando tenemos suficiente para cubrir nuestras necesidades: suficiente comida, suficiente dinero, suficiente amor, suficiente poder y honor.
Sin embargo, para muchos lo suficiente nunca es suficiente. Hay quienes tienen mucho dinero guardado en el banco o invertido en negocios, y, sin embargo, se preocupan porque creen no tener suficiente. Otros trabajan como locos para ascender en la escalera corporativa con la esperanza de asegurar sus puestos. Y hasta hay otros que buscan exageradamente la admiración y el amor de los demás, como las personas en la iglesia que nunca pueden decir «no» cuando se les pide algo.
Ninguno de ellos encuentra satisfacción, pues están buscando en el lugar equivocado. Porque las escaleras que intentan subir no tienen techo, porque siempre hay alguien más rico, alguien más poderoso, alguien más amado. Y mientras tanto van desperdiciando la vida.
Otra forma de vivir es volverse al Señor y decir: «Por favor, ayúdame». El Señor sabe lo que necesitamos y lo que nos satisfará, incluso cuando nosotros no lo sepamos, y tiene poder para darnos lo que necesitamos. Cuando nos apoyamos en Él y confiamos nuestra vida a su cuidado, suceden cosas maravillosas. Puede que no consigamos ascender en el trabajo, pero con Él la vida es mejor que si lo hubiéramos obtenido. Quizás no consigamos el amor y la admiración de las personas que nos rodean, pero sabemos con certeza que contamos con el amor y el cuidado de Jesús, quien dio su vida en la cruz para salvar la nuestra. Y con la ayuda del Espíritu Santo, llegamos a un lugar donde nos damos cuenta de que esto es lo que queríamos, lo que realmente necesitábamos, todo el tiempo.
Dios es capaz de proveer milagrosamente para nuestras necesidades. Pero Él también es capaz de darnos esperanza, confianza y felicidad incluso en tiempos estresantes o cuando no obtenemos lo que el resto del mundo está buscando. Si tenemos a Dios, tenemos suficiente. Si tenemos a Jesús, lo tenemos todo.
ORACIÓN: Querido Padre, ayúdame a apoyarme en Ti, contento de confiar mi vida en tus manos. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cuál es la mayor «necesidad» que estás tratando de satisfacer?
* ¿Cómo te ayuda Jesús a contentarte en situaciones en las que otras personas esperarían que estuvieras descontento?
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