
Hermanos, cuiden de que no haya entre ustedes ningún corazón pecaminoso e incrédulo, que los lleve a apartarse del Dios vivo. Más bien, anímense unos a otros día tras día, mientras se diga «Hoy», para que el engaño del pecado no endurezca a nadie. Nosotros hemos llegado a participar de Cristo, siempre y cuando retengamos firme hasta el fin la confianza que tuvimos al principio.
Hebreos 3: 12-14
¿Alguna vez has tenido que decirle a alguien que se le desabrochó la cremallera? ¿Que se les pegó un trozo de papel higiénico en el zapato o que se les metió un trozo de espinaca en los dientes? Si es así, sabes lo difícil que es. Nadie quiere ser portador de noticias embarazosas. Nos imaginamos en esa situación y nos da vergüenza.
Pero, sin embargo, si eres la persona a la que le está pasando el problema, ¿no estás profundamente agradecido con la persona que finalmente te avisó para que puedas arreglarlo? ¿Y no te molesta la gente que te vio todo el día con un hueco en los pantalones y nunca dijo una palabra para rescatarte?
De la misma manera, el autor de Hebreos nos dice que nos vigilemos unos a otros. Todos somos propensos a caer en pecado. El pecado es engañoso, nos dice. Nos hace tropezar cuando ni siquiera nos damos cuenta. Es posible que sigamos nuestro camino alegre por la vida sin reconocer que hemos caído en un patrón peligroso de chismes, resentimiento o adicción. Incluso podemos sentirnos moralistas acerca de nuestro problema, confundiéndolo con algo inocente o incluso bueno. Ahí es cuando necesitamos un hermano o hermana cristiano cariñoso que nos señale la verdad con delicadeza.
¿Por qué hacer esto? Porque «hemos llegado a participar de Cristo» juntos. Estamos unidos en Cristo. Si mi hermano o hermana cae en pecado, nos daña a todos: a todo el cuerpo de Cristo. Nunca es cierto eso que dicen de que «bueno, no está lastimando a nadie más que a sí mismo». Sería más cierto decir: «Se está haciendo daño a sí mismo y, por lo tanto, está dañando a otras personas». Si nos amamos unos a otros, no podemos ignorar graves males que tienen la posibilidad de arrastrar a alguien lejos de Jesús.
Pero, entonces, ¿cómo vamos a hacer esta tarea tan embarazosa? Pablo nos dice: «Hermanos, si alguno es sorprendido en alguna falta, ustedes, que son espirituales, restáurenlo con espíritu de mansedumbre. Piensa en ti mismo, no sea que también tú seas tentado» (Gálatas 6: 1). Y no osemos ser farisaicos al respecto; después de todo, la próxima vez podríamos estar nosotros atrapados en ese pecado. Debemos ser absolutamente amables, tal como esperamos que otros lo sean con nosotros, tal como Cristo mismo lo es con nosotros. Porque no hay quien nunca peque.
Podemos mirar a Jesús como ejemplo. Cuando tuvo que lidiar con el pecado de su pueblo, no lo ignoró. No lo descartó ni fingió que no era grave. Él sabía. Se dio cuenta de que iba a necesitar su propio sufrimiento, muerte y resurrección para rescatarnos de nuestro lío, para traernos de regreso a Dios, limpios, puros y sanos de nuevo. Y nos amó. Así que eso es exactamente lo que hizo.
Pero habiendo hecho todo eso por nosotros, note lo que Jesús no hace. Él no nos grita y ni nos dice: «¡Deberías estar agradecido!». Él no nos reprende ni pregunta: «¿Por qué sigues cayendo en el mismo pecado una y otra vez?». No, Él nos ama ahora como nos amó antes. Él nos levanta, nos limpia y nos sostiene en su corazón. Él es paciente con nosotros y es sufrido. Y con su Espíritu Santo viviendo en nosotros, podemos hacer lo mismo con nuestros hermanos en la fe.
ORACIÓN: Querido Señor, tú me has amado, corregido y rescatado. Vive en mí para poder cuidar de mis hermanos cristianos correctamente, sin dañarlos y sin ignorar sus necesidades. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Cuál es más probable que sea una tentación para ti: ignorar el pecado cuando necesitas decir algo, o hablar demasiado rápido, con dureza y en público?
* ¿Cuándo ha usado el Señor a alguien más para acercarte a Él?
© Copyright 2021 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: