Hermanos, también queremos contarles acerca de la gracia que Dios ha derramado sobre las iglesias de Macedonia, cuya generosidad se desbordó en gozo y en ricas ofrendas, a pesar de su profunda pobreza y de las grandes aflicciones por las que han estado pasando.
Yo soy testigo de que ellos han ofrendado con espontaneidad, y de que lo han hecho en la medida de sus posibilidades, e incluso más allá de éstas. Insistentemente nos rogaron que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos, e hicieron más de lo que esperábamos, pues primeramente se entregaron al Señor, y luego a nosotros, por la voluntad de Dios.
Por eso le rogamos a Tito completar la obra de gracia que ya había comenzado entre ustedes. Por lo tanto, ya que ustedes sobresalen en todo, es decir, en fe, en palabra, en conocimiento, en todo esmero, y en su amor por nosotros, sobresalgan también en este acto de amor. No es que les esté dando órdenes, sino que quiero ponderar la sinceridad del amor de ustedes en comparación con la dedicación de otros, pues ustedes ya conocen la gracia de nuestro Señor Jesucristo que, por amor a ustedes, siendo rico se hizo pobre, para que con su pobreza ustedes fueran enriquecidos.
2 Corintios 8: 1-9
Cuán profundas son estas palabras del apóstol Pablo al elogiar la ferviente obra realizada por los santos en las iglesias de Macedonia. Estos creyentes, probablemente creyentes gentiles en su mayoría, fueron la fuente de mucho orgullo y gozo para el apóstol. Pablo está aplaudiendo su generosidad, incluso cuando están pasando por una severa prueba de aflicción. En «su profunda pobreza», dice que sus donaciones fueron más allá de sus posibilidades, y fueron muy generosos con los demás. Con su ejemplo animaba a la iglesia de Corinto para que respondiera de la misma manera.
¡Cuán útiles fueron las ofrendas de los creyentes macedonios para los necesitados! ¡Cuán sintonizados y receptivos estaban sus corazones a la inspiración del Espíritu Santo de que debían servir de esa manera! Y luego, cuando se les agotaron sus recursos, estos creyentes hicieron algo mejor: «Nos rogaron que les concediéramos el privilegio de participar en este servicio para los santos», es decir, para los cristianos judíos y gentiles que estaban pasando necesidad en Jerusalén.
Es un servicio como este el que inspira, y lo vemos dentro y fuera de la iglesia. Vemos a laicos cristianos ofrendando su tiempo y dinero para servir a los desamparados y necesitados, a aquellos que están en peligro y a millones de personas que lo han perdido todo, en los Estados Unidos y en todo el mundo. Vemos los esfuerzos contundentes que realiza el personal de los hospitales, los proveedores de cuidado médico y el personal de las fuerzas del orden durante esta pandemia. Hay innumerables historias de personas que ayudan a los demás.
Ya sea un viaje misionero al extranjero o unas horas ayudando a un vecino, podemos mostrar nuestro amor de maneras tangibles que apuntan al Salvador. Fue Él quien se hizo pobre por nosotros, sufriendo la cruz y el flagelo de nuestros pecados, para que por su muerte y resurrección «pudiéramos enriquecernos».
Y ahora, de esta riqueza más allá de toda medida, podemos dar generosamente a otros también.
ORACIÓN: Padre celestial, anímanos a dar a los demás como tú nos has dado a nosotros. En el nombre de Jesús. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Qué es lo que más te inspira a querer dar tu tiempo o recursos?
* ¿De qué forma Jesús se hizo pobre para que nosotros pudiéramos hacernos ricos?
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