Braman las naciones, se tambalean los reinos, pero Dios habla y la tierra se derrite. ¡Con nosotros está el Señor de los ejércitos! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!
Salmo 46:6-7
«Braman las naciones». El salmista anteriormente se pregunta: «¿Por qué se rebelan los pueblos? ¿Por qué conspiran las naciones?» (Salmo 2:1).
En este mundo caído, las naciones siempre han peleado: contra ellos mismos, en contra de otros y en contra de Dios, quien «De un solo hombre hizo a todo el género humano, para que habiten sobre la faz de la tierra» (Hechos 17: 26a).
Dios liberó al pueblo de Israel de la esclavitud de Egipto y echó fuera a otras naciones para que su pueblo se estableciera en la tierra prometida. Pero cuando Israel cayó en la idolatría, Dios convocó a naciones enemigas para que se levantaran en contra de su pueblo escogido, para confrontarlos y oprimirlos y así llevarlos al arrepentimiento. Sin embargo, Dios guardó y preservó a su pueblo durante siglos, y de entre ellos vino la descendencia de Abraham, el Mesías prometido y bendición para todas las naciones.
Pero, aun así, las naciones continuaban bramando y, cuando llegó el Mesías, se levantaron en contra de él. Orando con valentía para ser testigos de Cristo, los apóstoles dijeron «Herodes y Poncio Pilato, junto con los no judíos y el pueblo de Israel, se reunieron en esta ciudad en contra de tu santo Hijo y ungido, Jesús, para hacer todo lo que, por tu poder y voluntad, ya habías determinado que sucediera» (Hechos 4:27b-28b). Era el plan de Dios que Jesús muriera por el pecado del mundo y resucitara de la muerte. Por eso, conforme al mandato del Dios viviente, en su Nombre hoy se proclaman el arrepentimiento y el perdón a todas las naciones.
Tristemente, aunque no nos sorprende, las naciones aún braman en contra del Mesías y de su cuerpo, la iglesia. Jesús les dijo a sus discípulos que serían odiados, perseguidos, encarcelados y llevados a comparecer ante los reyes y gobernantes por amor a su nombre. El mensaje del Cristo crucificado es considerado una burla para el mundo y, quienes seguimos al Salvador, bien podríamos ser burlados y ridiculizados o tildados de ignorantes y de tener la mente cerrada. Aun así, proclamaremos las buenas nuevas de perdón y vida en Cristo Jesús, en quien todas las naciones son bendecidas. Y aunque las naciones aún braman, su ira es en vano, porque «¡Con nosotros está el Señor de los ejércitos! ¡Nuestro refugio es el Dios de Jacob!» (Salmo 46:7).
El Dios de los ejércitos, el Dios de las fuerzas celestiales, va delante de nosotros. Las palabras del Evangelio cumplen su propósito y el día está cerca, en el que personas de todas las naciones, llamadas por el Espíritu Santo, abandonarán su ira y alabarán Su nombre ante el trono de quien las redime: «Después de esto vi aparecer una gran multitud compuesta de todas las naciones, tribus, pueblos y lenguas. Era imposible saber su número. Estaban de pie ante el trono, en presencia del Cordero, y vestían ropas blancas; en sus manos llevaban ramas de palma, y a grandes voces gritaban: «La salvación proviene de nuestro Dios, que está sentado en el trono, y del Cordero»» (Apocalipsis 7:9-10).
ORACIÓN: Dios de los ejércitos, dale fuerza y valentía a los que sufren persecución por amor al Nombre de Jesús. Cúbrenos, también, con tu inmenso poder y haz de nosotros testigos audaces, mientras llevamos las nuevas buenas de salvación a todas las naciones. Amén
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
1.- ¿Crees que las relaciones entre las naciones han ido mejorando con el correr del tiempo? ¿Cuál crees que sea la razón?
2.- ¿Cómo responderías si eres burlado o ridiculizado (aunque sea levemente) por causa de tu fe cristiana?
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