Todos fijan en ti su mirada, y tú les das su comida a su tiempo. Cuando abres tus manos, colmas de bendiciones a todos los seres vivos.
Salmo 145:15-16
Estos versículos se usan a veces como una oración por los alimentos en la mesa, para agradecer a Dios por la comida que Él provee.
Pero no somos los únicos a quienes el Señor provee. Él colma «de bendiciones a todos los seres vivos».
Desde el principio, Dios puso tal provisión en su creación, creando plantas que dan semilla y árboles que dan fruto, y dando a toda criatura viviente «toda planta verde les servirá de alimento» (Génesis 1:30b). Después del diluvio, Dios le dijo a Noé y su familia: «Todo lo que se mueve y tiene vida les servirá de alimento, lo mismo las legumbres que las plantas verdes. Yo les he dado todo» (Génesis 9:3).
El cuidado del Creador aún continúa. En el Salmo 104, el salmista se regocija en los manantiales que brotan y proporcionan agua para que beba cada bestia, la hierba que alimenta al ganado y las plantas que Dios da para que la gente las cultive. El Señor Jesús dirige nuestra atención al cuidado de Dios por sus criaturas para recordarnos el cuidado de nuestro Padre Celestial por nosotros. Los pájaros no siembran, ni almacenan cosechas, pero Dios las alimenta a todas. Jesús nos dice: «¿Acaso no valen ustedes mucho más que las aves?» (Lucas 12: 24b).
¡Somos de mucho valor para Dios!, pero todos los días nos rebelamos contra él, nuestro Creador. Nos sentimos insatisfechos con su provisión y buscamos lo que satisfaga nuestros propios deseos. Cuando hacemos esto, seguimos los pasos de nuestros antepasados, quienes se sintieron insatisfechos con lo que Dios proveyó en el Edén. Aunque tenían un jardín lleno de comida, optaron por desobedecer la Palabra de Dios y comer del fruto que les estaba prohibido.
No está mal proveer para nosotros mismos y nuestras familias. El trabajo que hacemos para cuidarnos unos a otros es parte de la provisión de Dios para nosotros. Así fue también con Adán cuando Dios «tomó al hombre y lo puso en el huerto de Edén, para que lo cultivara y lo cuidara» (Génesis 2:15b). Sin embargo, a menudo pensamos que necesitamos más y más: más alimentos, riquezas y posesiones. Y a veces anhelamos cosas que nos hacen mal. Estamos tentados a poner toda nuestra confianza en las cosas terrenales en lugar de en el Señor quien vela por nosotros.
Sin embargo, como nuestro Señor nos dijo, somos de gran valor para Dios nuestro Creador. Él nos ha provisto ahora y por la eternidad. Tanto amó al mundo que envió a su Hijo para que fuera nuestro Salvador. Jesús tomó nuestros pecados sobre sí mismo, incluidos los pecados de nuestros deseos idólatras. En la cruz, Jesús sufrió la pena de muerte que nos merecemos y en la primera mañana de Pascua se levantó triunfante sobre la muerte.
Creados de nuevo por la fe en Jesús, ahora estamos llamados a buscar lo que verdaderamente satisface: «¿Por qué gastan su dinero en lo que no alimenta, y su sueldo en lo que no les sacia? Escúchenme bien, y coman lo que es bueno; deléitense con la mejor comida. Inclinen su oído, y vengan a mí; escuchen y vivirán» (Isaías 55: 2-3a).
ORACIÓN: Salvador y Señor, ayúdame por tu Espíritu a confiar en tu cuidado por mí, ahora y por la eternidad. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Cómo se interponen nuestros deseos terrenales a la obra de Dios en nosotros?
* ¿De qué formas Dios colma de bendiciones a todos los seres vivos?
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Editado por CPTLN – Chile / MGH
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