»Fíjate bien: hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal.
Lo que yo te mando hoy es que ames al Señor tu Dios, que vayas por sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y para que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra de la cual vas a tomar posesión.
»Pero si apartas tu corazón y no prestas atención, y te dejas llevar, y te inclinas ante dioses ajenos y les sirves, en este día yo les hago saber que ustedes serán destruidos por completo, y que no prolongarán sus días en la tierra al otro lado del Jordán, de la cual van a tomar posesión.
Hoy pongo a los cielos y a la tierra por testigos contra ustedes, de que he puesto ante ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que tú y tu descendencia vivan; y para que ames al Señor tu Dios, y atiendas a su voz, y lo sigas, pues él es para ti vida y prolongación de tus días. Así habitarás la tierra que el Señor juró a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob, que les daría a ustedes».
Deuteronomio 30:15-20
Moisés fue muy bien dotado en su servicio a Dios. Ciertamente se habría ganado el título de Orador Público Extraordinario. Aquí vemos al viejo profeta que se dirige al pueblo de Israel en la tierra de Moab, en dirección a la Tierra Prometida. En ese momento, el líder de Israel está indudablemente más que cansado de repetir el mismo mensaje, lamentando la falta de compromiso y fe de Israel ante las dificultades.
Después de haber estado con ellos durante 40 años deambulando por el desierto, y de ver su trabajo y opresión en Egipto antes de eso, Moisés sabía que, aunque eran un pueblo elegido, también eran un pueblo terco. Su malvada idolatría, su necio desprecio por la Palabra de Dios y su debilidad moral fueron los temas de una serie de «conversaciones» que tuvo con ellos.
¿Pero es realmente diferente nuestro caso hoy en día? ¿Con qué frecuencia el mundo nos hace tropezar, enviándonos precipitadamente a algún pecado en el que hemos caído demasiadas veces? Conocemos las debilidades de nuestra carne. Hemos repetido nuestros pecados favoritos una y otra vez. Distraídos por el mundo y sus luces deslumbrantes, es fácil salirnos del camino.
Pero Dios es paciente; él siempre está dispuesto a darle a su pueblo la buena vida, una vida que obtiene su fuerza y sustento al seguirle a él. Y para nosotros, a diferencia de los hijos de Israel, ya no se trata de esperar la promesa: Jesús ya ha venido. Él ha caminado entre nosotros dándonos su vida, llevando nuestros pecados a la cruz. Y luego de eso selló el trato. Se levantó de la muerte tres días después, victorioso sobre Satanás y la tumba.
ORACIÓN: Padre celestial, por tu gracia elegimos la vida; elegimos el camino estrecho y lleno de amor y alegría. Guíanos siempre hacia adelante. En el nombre de Jesús. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿Qué tan diferente es tu vida hoy de cómo la imaginabas en tu infancia?
2.- ¿A quién le has dado permiso para hablarte francamente sobre tu manera de vivir y las decisiones que tomas? ¿Te ayudaría si tuvieras a alguien así?
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