Luego vi otro ángel, el cual volaba en medio del cielo. Tenía el evangelio eterno, para predicarlo a los habitantes de la tierra, es decir, a toda nación, raza, lengua y pueblo. Ese ángel decía con fuerte voz: «Teman a Dios, y denle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado. Adoren al que hizo el cielo y la tierra, el mar y los manantiales de agua».
Apocalipsis 14:6-7
No sé ustedes, pero cuando pienso en el Día del Juicio Final no lo espero con ansias. ¡Suena tan aterrador! Todas las personas que alguna vez han vivido estaremos de pie ante Dios, sin ningún lugar donde escondernos y sin forma de ocultar ninguna de las cosas malas que hemos dicho, pensado o hecho… ¡Ay!
Y, sin embargo, eso no es lo que dice el ángel en la lectura de hoy. Él dice: «Teman a Dios, y denle gloria, porque la hora de su juicio ha llegado». Denle gloria… ¿por qué? Gloria es algo que solemos dar por algo muy bueno. Por ejemplo, a quien gana una carrera en los Juegos Olímpicos, o a quien salva una ciudad del fuego o de inundaciones. ¿Pero esto?
El ángel tiene razón, por supuesto. Porque el Día del Juicio de Dios es algo bueno para aquellos de nosotros que pertenecemos a Jesús, ya que hemos sido perdonados, lavados y renovados. Cuando lleguemos a ese día no tendremos por qué tener miedo. Ya hemos sido absueltos, declarados «no culpables», perdonados, liberados, rescatados de todos nuestros males. Jesús ha hecho eso por nosotros a través de su sufrimiento y muerte en la cruz. Su muerte y resurrección nos sacaron del juicio y nos llevaron al glorioso alivio y seguridad de los hijos de Dios. Esto es para todos, sin excepción: todos los que confían en Jesús.
Entonces, ¿qué significa el juicio de Dios para nosotros? Significa el fin del mal, el desarraigo final de la maldad, el momento en que abrimos los ojos después de una larga y terrible pesadilla. Es como cuando el médico nos declara curados después de una enfermedad prolongada, como cuando la policía llama para decir que atrapó a quien nos hizo daño, como un mensaje de texto que nos dice que nuestra familia está a salvo después de un terremoto o huracán. Es la limpieza final de la guerra de Dios contra el mal, que Jesús ganó para nosotros cuando murió en el Calvario y resucitó de entre los muertos tres días después.
Entonces comienza la nueva vida, los nuevos cielos y tierra. Comienza la felicidad, la paz y el gozo, una vida que ningún ser humano ha tenido desde que Adán y Eva se equivocaron en el Jardín del Edén. Esa es la vida que Dios quiso para la humanidad: una vida plena, abundante, bendecida y gozosa. Y va a ser nuestra a partir del Día del Juicio. ¿Por qué? Por Jesús.
ORACIÓN: Querido Señor, ayúdame a esperar el Día del Juicio confiando y regocijándome porque ya has tenido misericordia de mí. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Cómo te sientes cuando piensas en el día del juicio final?
2.- ¿Qué esperas más del cielo y la tierra nuevos de Dios?
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