Yo, Juan, me dirijo a las siete iglesias que están en Asia. Que la gracia y la paz estén con ustedes, de parte del que es, el que era, y el que ha de venir, y de los siete espíritus que están ante su trono, y de Jesucristo, el testigo fiel, primogénito de entre los muertos y soberano de los reyes de la tierra. Él nos amó; con su sangre nos lavó de nuestros pecados, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios, su Padre. Por eso, a él sea dada la gloria y el poder por los siglos de los siglos. Amén. ¡Miren! ¡Ya viene en las nubes! Y todos lo verán, aun los que lo traspasaron; y todas las naciones de la tierra harán lamentación por él. Sí, amén. Dios el Señor dice: «Yo soy el Alfa y la Omega, [el principio y el fin,] el que es, el que era, y el que ha de venir. Soy el Todopoderoso […] Cuando lo vi, caí a sus pies como muerto. Pero él puso su mano derecha sobre mí, y me dijo: «No temas. Yo soy el primero y el último, y el que vive. Estuve muerto, pero ahora vivo para siempre. Amén. Yo tengo las llaves de la muerte y del infierno.
Apocalipsis 1:4-8, 17-18
¡Dios provee para su iglesia en su Palabra! Este es verdaderamente uno de los textos más espectaculares de toda la Biblia. Aquí Juan tiene una asombrosa visión de Jesús que está destinada a ser compartida con siete iglesias específicas en Asia Menor y, a su vez, a lo largo de los siglos, con nosotros. ¡Y qué gran mensaje es este!
Acabamos de pasar tiempo en estos devocionales reflexionando sobre las últimas semanas del ministerio de Jesús en la temporada de Cuaresma. Durante ese tiempo consideramos sus palabras de aliento a sus discípulos. Leímos cómo los consoló y les dijo que su muerte no era su acto final sino, más bien, su victoria sobre los poderes de las tinieblas. Y todo esto fue hecho para que en Jesús tengamos paz en el Hijo de Dios que venció al mundo por nosotros (ver Juan 16).
Dios nos da su paz. En este mundo tan lleno de tensión e incertidumbre, Dios ha entrado en nuestras vidas. Esto lo hizo en la vida de su Hijo que nos ama y se entregó por nosotros (ver Gálatas 2:20). Este es el mensaje de victoria que Juan recibió para transmitir a esas siete iglesias: que Jesús es «el testigo fiel, primogénito de entre los muertos y soberano de los reyes de la tierra» enviado por Dios.
Ese es el mensaje de Dios para nosotros también hoy. Veinte siglos después, estas palabras están tan frescas y llenas de vida como cuando Juan las escuchó por primera vez en la isla de Patmos. Jesús vendrá de nuevo, en el tiempo de Dios. Esto es lo que las iglesias primitivas necesitaban oír: que Aquel que es el Primero y el Último, Aquel que «con su sangre nos lavó de nuestros pecados, y nos hizo reyes y sacerdotes para Dios», es quien regresará, y ningún otro. Y cuando lo haga, nos llevará también a nosotros, sus hijos comprados con sangre, para vivir y estar con Él para siempre.
ORACIÓN: Padre Celestial, gracias por tu Palabra que resuena en nosotros a través de los siglos. En el Nombre de Jesús oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Cuál entendimiento nuevo o fresco te llevaste de la Cuaresma este año?
* ¿De qué formas te empodera saber que Jesús tiene las llaves de la Muerte y el Hades?
© Copyright 2022 Cristo Para Todas Las Naciones
Suscríbete y recibe el devocional diariamente en tu e-mail: