El hombre y su mujer oyeron la voz de Dios el Señor, que iba y venía por el huerto, con el viento del día; entonces corrieron a esconderse entre los árboles del huerto, para huir de la presencia de Dios el Señor. Pero Dios el Señor llamó al hombre y le dijo: «¿Dónde andas?». Y él respondió: «Oí tu voz en el huerto, y tuve miedo, pues estoy desnudo. Por eso me escondí». Dios le dijo: «¿Y quién te dijo que estás desnudo? ¿Acaso has comido del árbol del que yo te ordené que no comieras?».
Génesis 3:8-11
Cuando era pequeña, mis padres a veces me metían en una piscina para bebés con mis primos en la casa de mi abuela, donde chapoteábamos juntos. ¡Era muy divertido! Pero llegó el día en que me negué a ir a la piscina, porque no tenía traje de baño y me avergonzaba estar desnuda frente a otras personas. ¿Cómo lo supe? Creo que debí haber escuchado a mis primos mayores hablar de eso y aprendí a sentir vergüenza.
En esta historia del Génesis, Dios sabe que estaba mal cuando Adán y Eva se avergonzaron de su desnudez. Alguien había estropeado la inocencia del paraíso y la vergüenza había entrado en el mundo… para no desaparecer. Dios lidia con el pecado y lidia con el diablo que los condujo al pecado, pero luego hace ropa para Adán y Eva. A partir de entonces, los momentos en que estarán desnudos y no se avergonzarán serán pocos y espaciados.
¿Cuál es exactamente el problema de la desnudez? Creo que tiene que ver con ser conocido. No estamos dispuestos a mostrar todos nuestros defectos físicos. Sabemos cuán crítica puede ser la gente. Lo mismo es cierto con nuestro corazón y mente.
Pero hay una circunstancia en la cual nos sentimos cómodos cuando estamos expuestos y somos conocidos, cuando estamos absolutamente seguros de que no vamos a ser juzgados ni dañados ni avergonzados. La mayoría de las veces, eso sucede cuando hay amor. No un amor a medias, sino un amor sincero, compasivo y receptivo de alguien que se preocupa más por mí que por sí mismo.
Y aunque pueden pasar años hasta que finalmente confiemos en que esto es cierto, Dios nos ama de esta manera. Solo él puede conocernos completamente y seguir amándonos y aceptándonos, seguir negándose a condenarnos por la fealdad de nuestra vergüenza. Para quienes pertenecemos a Jesús no hay más condenación, no hay rechazo, no hay vergüenza. Dios conoce nuestras heridas y camina con ternura a nuestro alrededor. Cuando nos disciplina, lo hace de formas que no nos destruyen más, sino que nos edifican.
Dios comprende la desnudez, tanto en la inocencia como en la vergüenza. Él colgó desnudo en esa cruz donde murió por nosotros. No nos ocultó nada, ni sus heridas, ni su angustia, ni su amor por nosotros. Él usó su propia vergüenza para cubrir la nuestra y así quitarla para siempre. Y ahora que ha resucitado de entre los muertos no solo nos cubre, sino que nos llena de su gloria. «Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo» (Gálatas 3:27).
ORACIÓN: Señor, ayúdame a confiar en que me conoces por completo, porque me amas. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿En qué situaciones te sientes bien estando desnudo? ¿Por qué esas situaciones están bien, pero otras no?
* ¿Cómo te sientes sabiendo que Dios te conoce totalmente?
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