Si aceptamos el testimonio de los hombres, mayor es el testimonio de Dios; porque éste es el testimonio que Dios ha presentado acerca de su Hijo. El que cree en el Hijo de Dios, tiene el testimonio en sí mismo; el que no cree a Dios, lo ha hecho mentiroso, porque no ha creído en el testimonio que Dios ha presentado acerca de su Hijo. Y éste es el testimonio: que Dios nos ha dado vida eterna, y esta vida está en su Hijo. El que tiene al Hijo, tiene la vida, el que no tiene al Hijo de Dios no tiene la vida.
1 Juan 5: 9-12
Hay momentos en los que es difícil creer. Hay días en los que estamos tristes, afligidos, frustrados o molestos, y todas esas cosas buenas que Dios nos ha prometido parecen desvanecerse como el humo:
«… sus pecados les han sido perdonados por su nombre» (1 Juan 2: 12b).
«El que tiene al Hijo, tiene la vida» (1 Juan 5: 12a).
«Todo lo que el Padre me da, vendrá a mí; y al que a mí viene, no lo echo fuera» (Juan 6:37).
«Vengan a mí todos ustedes, los agotados de tanto trabajar, que yo los haré descansar» (Mateo 11:28).
«Jesús le dijo: «Yo soy la resurrección y la vida; el que cree en mí, aunque esté muerto, vivirá. Y todo aquel que vive y cree en mí, no morirá eternamente» (Juan 11: 25-26a).
«Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree no se pierda, sino que tenga vida eterna» (Juan 3:16).
Sabemos que estas cosas son ciertas; Dios las dijo, y nosotros le creemos. Sin embargo, hay días en los que simplemente no podemos vivir como si fueran reales. El peso de nuestros problemas nos abruma. Y luego… bueno, confesémoslo: sabemos que no somos dignos; vemos nuestra propia indignidad y desarrollamos una especie de falsa humildad que dice: «Oh, eso es cierto para todos los demás, pero nunca podría ser cierto para mí; es mejor que recuerde mi lugar y no volverme engreído.» Y así, actuamos como esclavos cuando deberíamos ser hijos, como forasteros cuando somos los amados de Dios.
En contra de esto, Juan dice: «El que no cree en Dios, le hace mentiroso». ¡Ay! Eso viene como una bofetada en la cara. ¿Es eso lo que estoy haciendo con mi falsa humildad: llamar a Dios mentiroso? ¡Será mejor que lo reconsidere!
Seamos claros en esto: este versículo no es Dios dándonos una cosa más por la que sentirnos culpables. Es mucho más parecido a lo que haces cuando ves a tu cónyuge o hijo revolviéndose en la cama durante una pesadilla. Los agarras por el hombro, los sacudes y dices: «¡Despierta!». ¡Y qué felices son cuando se despiertan y se acaba la pesadilla!
Si tienes este problema, aquí está tu llamada de atención. Dios realmente lo dice en serio. Él te ama, te llama y te perdona, todo gracias a Jesús. Él te hizo hijo suyo a través de Su muerte y resurrección. Nada puede separarte de Él, ni siquiera el peor de tus pecados. Confía en él.
ORACIÓN: Cuando tenga problemas para creer, ¡ayúdame, Señor! Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Qué haces cuando tienes dudas?
* ¿Qué dones te ha dado Dios para fortalecerte cuando tienes dudas?
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