Mientras Jesús caminaba junto al lago de Galilea, vio a dos hermanos, Simón, llamado Pedro, y Andrés, que estaban echando la red al agua, pues eran pescadores. Jesús les dijo: «Síganme, y yo haré de ustedes pescadores de hombres».
Mateo 4:18-19
La piedra angular del evangelismo es, por la gracia de Dios, experimentar el Evangelio. El siguiente paso es seguir. Dios primero nos llama y luego nos invita a seguirlo. A través del don de la fe nos convertimos en sus discípulos y nos unimos a él en su misión. Esto implica alinear nuestra vida con la de Aquél a quien seguimos y a quien queremos parecernos cada vez más.
Pero, ¿qué significa seguir a Jesús y ser su discípulo? ¿Qué significó para quienes lo siguieron? Los rabinos judíos en los días de Jesús compartieron sus vidas y les dieron a sus discípulos un ejemplo a emular. Los discípulos de un rabino se esforzaban por hacer todo lo que su rabino hacía. Siguiendo de cerca su ejemplo, interpretaban las Escrituras como él, trataban a su esposa como él, rezaban como él.
El apóstol Pablo toma esta idea cuando escribe: «Imítenme a mí, así como yo imito a Cristo» (1 Corintios 11:1). Él también era de la tradición rabínica, por lo que conocía bien el poder de imitar a quienes valía la pena seguir. Y también era consciente de la responsabilidad que tenía de ser un ejemplo para quienes confiaban en él como su maestro en Cristo: «Porque aunque ustedes tengan diez mil instructores en Cristo, no tienen muchos padres, pues en Cristo Jesús yo los engendré por medio del evangelio. Por tanto, les ruego que me imiten» (1 Corintios 4:15-16).
¿Quiere decir, entonces, que para seguir a Jesús (o para imitarlo como lo hacía Pablo), tenemos que dejar nuestro trabajo, dejar atrás a nuestros familiares y amigos y salir a predicar por todos lados? Si bien en algunos casos puede significar eso, en realidad no es lo que nos está diciendo. Pero sí ayuda a mantener el concepto de discipulado en perspectiva. Seguir a Jesús es un proceso de toda la vida, empoderado por el Espíritu Santo, de seguir a Jesús y de ser cada vez más como él.
El discipulado no es un acto de justificación, un intento de hacer las paces con Dios por nuestros propios méritos, sino que se trata de vivir de tal forma de honrar y adorar a nuestro Señor y Salvador, para que podamos vivir «en amor, como también Cristo nos amó y se entregó a sí mismo por nosotros, como ofrenda y sacrificio a Dios, de aroma fragante» (Efesios 5:2).
El discipulado es transformador. Sabemos por la historia de los primeros discípulos que Jesús cambió radicalmente sus vidas. Los llevó de pescadores a pescadores de hombres y los transformó lenta y constantemente, día a día, para que no solo siguieran a su Maestro, sino también condujeran a otros a Él.
Y Él puede hacer lo mismo por ti y por mí.
ORACIÓN: Padre celestial, ya que hemos sido guiados a recibir tu gracia y misericordia, también transfórmanos para que guiemos a otros a la fuente de tu perdón. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
Andrew Fitzgerald
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez has sentido el impulse de seguir a alguien más? ¿Quién fue y qué fue lo que hizo que reaccionaras de esa manera?
2.- ¿Alguna vez te has considerado un ejemplo para alguien más? ¿Deberíamos pensar en nuestra vida de esta manera?
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