Bendigamos a los que nos persiguen; bendigamos y no maldigamos. Gocémonos con los que se gozan y lloremos con los que lloran. Vivamos como si fuéramos uno solo. No seamos altivos, sino juntémonos con los humildes. No debemos creernos más sabios que los demás. No paguemos a nadie mal por mal. Procuremos hacer lo bueno a los ojos de todo el mundo. Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos. No busquemos vengarnos, amados míos. Mejor dejemos que actúe la ira de Dios, porque está escrito: «Mía es la venganza, yo pagaré, dice el Señor». Por lo tanto, si nuestro enemigo tiene hambre, démosle de comer; si tiene sed, démosle de beber. Si así lo hacemos, haremos que éste se avergüence de su conducta. No permitamos que nos venza el mal. Es mejor vencer al mal con el bien.
Romanos 12:14-21
Participo en un foro en línea donde los ánimos se calientan cuando se desata una discusión. Me llama la atención cuántas personas necesitan tener la última palabra. Lo mismo sucede en la vida real con las personas que nunca aprendieron que no tienen que ganar cada vez, que pueden dejar que alguien más tenga la última palabra.
Esta es la actitud que Pablo recomienda a los romanos. Él quiere que estén libres de tan ridícula compulsión, libres para vivir como hijos de Dios, fuera del ciclo de venganza y del ojo por ojo. Y entonces les dice: «Vivamos como si fuéramos uno solo (…) No paguemos a nadie mal por mal (…) Si es posible, y en cuanto dependa de nosotros, vivamos en paz con todos. No busquemos vengarnos (…) Mejor dejemos que actúe la ira de Dios (…) No permitamos que nos venza el mal. Es mejor vencer al mal con el bien».
Este no es el camino del mundo, como sabes por tu propia experiencia. De hecho, es probable que tus vecinos te juzguen cuando vean que te niegas a dañar a tus enemigos. Pero es el camino de Jesús, nuestro Salvador. Porque aunque antes éramos enemigos de Dios, rebeldes y buscando solo nuestros deseos egoístas, Dios no nos deseaba el mal. En cambio, se dispuso a rescatarnos. Podría haberse deshecho de todos nosotros, pero en su lugar, entró en nuestro mundo como un bebé nacido de una familia pobre en un país conquistado. Él vino a hacernos bien, a enseñar, a sanar y, en última instancia, a dar su vida por nosotros en la cruz. ¡Al morir nos rescató de la muerte, y al resucitar a la vida nos dio, incluso a nosotros, vida para siempre.
Ahora ya no somos enemigos de Dios, sino sus amados hijos. No somos rebeldes, sino ciudadanos del cielo. Dios nos ha pagado bien por mal, y su Espíritu Santo vive en nosotros como un regalo gratis. Ahora, el Espíritu Santo también puede trabajar a través de nosotros para difundir este Evangelio extraño a aquellos que aún no lo han conocido.
ORACIÓN: Señor, vive en mí y haz este extraño y amoroso trabajo a través de mí, para que otros confíen en ti. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez alguien te pagó bien por mal?
2.- ¿Cómo te hizo sentir eso? ¿Cómo fue tu relación con esa persona a partir de ese momento?
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