Jesús salía del templo cuando uno de sus discípulos le dijo: «Maestro, ¡mira qué piedras! ¡Qué edificios!». Jesús le dijo: «¿Ves estos grandes edificios? Pues no va a quedar piedra sobre piedra. Todo será derribado».
Estaba Jesús sentado en el monte de los Olivos, frente al templo, cuando Pedro, Jacobo, Juan y Andrés le preguntaron por separado: «Dinos, ¿cuándo sucederá todo esto? ¿Y cuál será la señal de que todas estas cosas están por cumplirse?». Jesús les respondió: «Cuídense de que nadie los engañe. Porque muchos vendrán en mi nombre, y dirán: «Yo soy el Cristo», y a muchos los engañarán. Cuando oigan hablar de guerras y de rumores de guerras, no se angustien, porque así es necesario que suceda, pero aún no será el fin. Se levantará nación contra nación, y reino contra reino, y habrá terremotos en muchos lugares, y habrá también hambre. Esto será el principio de los dolores.
Marcos 13: 1-8
Mi labor de parto fue difícil. Mi hijo era pequeño, de solo dos kilos y medio, pero no quería salir y me tuvieron que dar oxitocina. ¡Es un tipo de dolor que no quiero volver a experimentar nunca más!
Y, sin embargo, había algo bueno en ello. Eran dolores de nacimiento, no de muerte. Estaban conduciendo a algo bueno, al nacimiento de un niño, aunque era pequeño y frágil, y por eso, incluso en mi dolor, tenía alegría y gratitud.
Cuando Jesús habla del sufrimiento en el fin del mundo, describe muchas cosas terribles: terremotos, hambrunas, guerras. Este es un sufrimiento real, y habrá más por venir. Y, sin embargo, Jesús lo llama «el principio de los dolores de parto».
Pero ¿será el nacimiento de qué? Será el nacimiento de lo que viene después del fin del mundo: los cielos y la tierra nuevos que Dios está creando, el cosmos como debería ser, el reino de Dios completamente visible y palpable. El lugar de todas nuestras esperanzas y sueños, lleno de siervos de Dios. Y eso incluye a la humanidad: sanada de nuestro pecado y maldad, convertida en la plenitud de los hijos de Dios.
Ese será el tiempo y el lugar donde «Dios enjugará las lágrimas de los ojos de ellos, y ya no habrá muerte, ni más llanto, ni lamento ni dolor; porque las primeras cosas habrán dejado de existir» (Apocalipsis 21: 4). Se terminará la labor de parto y comenzará la nueva vida. Vale la pena esperar.
ORACIÓN: Querido Padre, cuando sufrimos, ayúdanos a esperar en ti. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Qué es lo que más esperas específicamente de cuando el reino de Dios venga en toda su plenitud?
* ¿Cómo te aferras a la esperanza en tiempos oscuros?
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