Al año siguiente, Elcana fue con toda su familia a ofrecer su sacrificio al Señor y cumplir con su voto. Pero Ana le dijo a su marido: «Yo no iré hasta que destete al niño. Entonces lo llevaré y lo presentaré al Señor, para que se quede allá para siempre». Y Elcana le respondió: «Haz lo que creas que es mejor. Quédate hasta que lo destetes, y que el Señor cumpla su palabra». Y Ana se quedó y crio a su hijo hasta que lo destetó.
Después, lo llevó con ella a la casa del Señor en Silo, y además llevó tres becerros, veinte litros de harina y una vasija de vino. El niño aún era muy pequeño. En cuanto mataron el becerro, el niño fue llevado a Elí. Y ella le dijo: «Señor mío, ¡que tengas una larga vida! Yo soy aquella mujer que estuvo aquí, junto a ti, orando al Señor. Oraba por este niño, y el Señor me lo concedió. He venido porque prometí dedicarlo al Señor para toda la vida. ¡Para siempre será del Señor!». Y allí adoró al Señor.
1 Samuel 1:21-28
Tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento podemos encontrar casos de parejas que esperaban desesperadamente tener hijos, pero no lo lograban. Existen los casos bien conocidos de Abraham y Sara antes del nacimiento de Isaac (ver Génesis 21:1-6) y Zacarías e Isabel (o Elizabeth) (ver Lucas 1:5-24).
En 1 Samuel tenemos otro ejemplo: el de Elcana y Ana antes del nacimiento de Samuel. Como fue el caso de los padres de Isaac y Juan, Elcana y Ana siempre habían esperado y pedido a Dios que les concediera un hijo, y esto finalmente les sucedió (ver 1 Samuel 1:19-20).
El nacimiento del primogénito era algo muy importante en el mundo antiguo. Para este niño existían ciertos derechos especiales, como una doble porción de la herencia familiar. Él también heredaría el papel de su padre como jefe de la familia al fallecer su padre. Pero a ningún primer hijo se le ha dado mayor privilegio y significado que el propio Hijo de Dios, nuestro Señor y Salvador Jesucristo.
Esto es lo que el apóstol Pablo dice de Jesús en Colosenses 1:15-20: «Él es la imagen del Dios invisible, el primogénito de toda la creación. En él fue creado todo lo que hay en los cielos y en la tierra, todo lo visible y lo invisible; tronos, poderes, principados, o autoridades, todo fue creado por medio de él y para él. Él existía antes de todas las cosas, y por él se mantiene todo en orden. Él es la cabeza del cuerpo, que es la iglesia. Él es el principio, el primogénito de entre los muertos, para tener la preeminencia en todo, porque al Padre le agradó que en él habitara toda plenitud, y por medio de él reconciliar consigo todas las cosas, tanto las que están en la tierra como las que están en los cielos, haciendo la paz mediante la sangre de su cruz».
Jesús, el que ha hecho todo bien.
ORACIÓN: Padre celestial, fija nuestros ojos en tu Hijo: el primero, el último, el principio y el fin. En su nombre oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿Por qué crees que para algunas personas es un asunto tan serio el no poder tener hijos?
2.- ¿Por qué era importante que Jesús naciera en este mundo? © Copyright 2020 Cristo Para Todas Las Naciones
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