Pero no siempre habrá oscuridad para la que ahora está angustiada. En los primeros tiempos las regiones de Zabulón y Neftalí fueron afligidas, pero en los últimos tiempos se llenará de gloria el camino del mar, al otro lado del Jordán, en Galilea de los gentiles. El pueblo que andaba en tinieblas vio una gran luz; sí, la luz resplandeció para los que vivían en un país de sombras de muerte. Tú aumentaste el regocijo, y acrecentaste la alegría. En tu presencia se alegrarán, como se alegran durante la siega; como se regocijan cuando se reparten el botín. Tú quebraste el yugo y la vara que pesaban sobre sus hombros, y el cetro que los oprimía, como en el día de Madián.
(Isaías 9:1-4).
Me encanta esta imagen, es la imagen de un campo oscuro justo antes del amanecer. Entonces, de repente, el primer rayo de luz irrumpe en el horizonte. ¡Viene el sol! Y todo el país está lleno de luz.
Pero no puedes mirar el sol por mucho tiempo, ¿verdad? Y entonces Isaías deja de describir la luz y comienza a describir sus efectos en el país, en la gente. Están creciendo en número. Están felices y celebrando. Sus cargas han sido levantadas.
Por supuesto, Isaías no está describiendo un amanecer ordinario. Esta es la venida del Hijo de Dios, Jesús, la Luz del mundo. Y ciertamente estaba oscuro para Galilea en los días antes de que Él viniera. ¿Qué luz tenían, tan lejos del templo de Jerusalén? Y estaban rodeados de gentiles que adoraban a otros dioses. Incluso sus propios compatriotas no esperaban mucho de ellos.
Pero Dios sí. Dios envió a su Hijo a Nazaret, donde creció: la Luz del mundo vino inesperadamente a un pequeño pueblo no lejos del Mar de Galilea. Y Él lo hizo glorioso con su presencia.
Jesús también ha venido a nuestras vidas oscuras, ¿no es así? Y donde Él va, Él trae luz. Eso puede ser doloroso a veces, cuando nuestros ojos no están acostumbrados y nuestros pecados se manifiestan de manera dolorosamente obvia. Pero vale mucho la pena. Como el pueblo de Galilea, nos regocijamos. Cuando Jesús está con nosotros, es como el tiempo de la cosecha cuando Dios nos reúne, las personas que Él mismo plantó. Es como el día después de una terrible batalla, cuando Jesús ha destruido a todos los enemigos que nos asustaban, y no queda más que repartir el botín.
A través de su vida, muerte y resurrección, Jesús se ha convertido en la luz que hace que valga la pena vivir nuestra vida. Nosotros somos Suyos, y Él es nuestro. Ahora que tenemos su luz, caminemos en la luz de maneras que lo honren y lo amen. ¿Por qué? Porque ciertamente Él nos ha amado primero.
ORACIÓN: Amado Padre, gracias por enviar a tu Hijo como Luz a nuestro mundo. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Prefieres el amanecer o el atardecer? ¿Por qué?
* Reflexiona en un momento de oscuridad en tu vida cuando Jesús vino a ti.
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