Entonces, ¿qué diremos? ¿Seguiremos pecando, para que la gracia abunde? ¡De ninguna manera! Porque los que hemos muerto al pecado, ¿cómo podemos seguir viviendo en él?
¿No saben ustedes que todos los que fuimos bautizados en Cristo Jesús, fuimos bautizados en su muerte? Porque por el bautismo fuimos sepultados con él en su muerte, para que así como Cristo resucitó de los muertos por la gloria del Padre, así también nosotros vivamos una vida nueva. Porque si nos hemos unido a Cristo en su muerte, así también nos uniremos a él en su resurrección.
Sabemos que nuestro antiguo yo fue crucificado juntamente con él, para que el cuerpo del pecado sea destruido, a fin de que no sirvamos más al pecado. Porque el que ha muerto, ha sido liberado del pecado. Así que, si morimos con Cristo, creemos que también viviremos con él. Sabemos que Cristo resucitó y que no volverá a morir, pues la muerte ya no tiene poder sobre él. Porque en cuanto a su muerte, murió al pecado de una vez y para siempre; pero en cuanto a su vida, vive para Dios. Así también ustedes, considérense muertos al pecado pero vivos para Dios en Cristo Jesús, nuestro Señor.
Romanos 6:1-11
Otra temporada navideña llegó y se fue. Las celebraciones de Año Nuevo terminaron hace más de una semana y luego que el zumbido de Navidad y Año Nuevo han pasado, queda un poco de melancolía. La alegría y la anticipación con esperanza del nuevo año han comenzado a desvanecerse y la vida vuelve a su rutina normal.
A medida que nos reencontramos con nuestros colegas o compañeros de estudio, ¿cómo refleja nuestra vida el don del Salvador que acabamos de celebrar? Cuando vamos manejando, ¿qué tan rápido nos encontramos enojados en silencio (o no tan silenciosamente) con los conductores que nos agreden? ¿Es posible que la luz de la estrella de Belén ilumine nuestras vidas con la esperanza y la alegría del Salvador más allá del último villancico que escuchamos y el último «hasta pronto» a nuestros familiares y amigos que nos visitaron?
Es fácil dar por sentada la nueva vida que se nos ha dado en Cristo. Con mucha frecuencia el mundo sofoca nuestro deseo de vivir una vida que le agrade a Dios, y también con mucha frecuencia nos deja con nada más que basura. «¡Piensa! ¡Piensa!», nos decimos, buscando una resolución interna contra los viejos hábitos y las reacciones instintivas. «¡Cuidado con las situaciones poco fiables! ¡Haz lo correcto!», nos imploramos a nosotros mismos.
Pero incluso cuando vamos dejándonos llevar por la vida, Dios nos ama. Él conoce nuestras debilidades y defectos, nuestros pecados secretos y excusas indefendibles, y nos ama de todos modos. Jesús es prueba de eso. «Porque el Hijo del Hombre vino a buscar y a salvar lo que se había perdido» (Lucas 19:10b), y eso te incluye a ti, y eso me incluye a mí. Con su muerte y resurrección, Dios nos ha dado nueva vida.
¿Y qué mejor conocimiento que este podemos tener en el nuevo año?
ORACIÓN: Padre celestial, gracias por la nueva vida que nos has dado en tu Hijo. Que nuestras vidas lo glorifiquen a Él, quien vino a salvarnos. En el nombre de Jesús. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿Qué hace que sea tan difícil que tus resoluciones de nuevo año «duren» toda tu vida?
2.- Cuando haces algo mal o tonto, ¿cómo te ve Dios?
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Editado por CPTLN – Chile / MGH
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