El odio es un sentimiento que dificulta mucho nuestra vida. Y sabemos que no trae ningún provecho para quien lo siembra, además de poseer un alto poder destructor.
Cuando no es tratado, el odio termina alejándonos de nuestros semejantes y también de Dios. Jesús, en Su sermón en el monte, apunta para el sentimiento de odio y dice: “Pero yo les digo que todo el que se enoje con su hermano quedará sujeto al juicio del tribunal. Es más, cualquiera que insulte a su hermano quedará sujeto al juicio del Consejo. Pero cualquiera que lo maldiga quedará sujeto al juicio del infierno”.
La orientación de Jesús es que siempre que nos presentemos a Dios, miremos primero dentro de nuestro corazón.
Oración: Concédeme, Señor Dios, que en mi vida yo ame cada vez más a mi semejante y supere los sentimientos que fracturan mi corazón. Amén.
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Texto originalmente publicado en el libro digital “Mensajes de esperanza”, producido por la Hora Luterana de Brasil, traducido al español por CPTLN – Paraguay y editado por CPTLN – Panamá.
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