Estimado Teófilo, en mi primer tratado hablé acerca de todo lo que Jesús comenzó a hacer y a enseñar, hasta el día en que fue recibido en el cielo, después de que por medio del Espíritu Santo, les dio mandamientos a los apóstoles que había escogido. Después de su muerte se les presentó vivo y, con muchas pruebas que no admiten duda, se les apareció durante cuarenta días y les habló acerca del reino de Dios. Mientras estaban juntos, les mandó que no se fueran de Jerusalén, sino que les dijo: ‘Esperen la promesa del Padre, la cual ustedes oyeron de mí’.
Hechos 1:1-4
Algunos de los momentos más difíciles de la vida son los momentos «interinos». Las personas que son nombradas para puestos de gestión temporal descubren que es muy difícil funcionar en esa capacidad. Para la mayoría de nosotros, los tiempos interinos o provisorios que vivimos mientras esperamos que las cosas vuelvan a la normalidad, pueden ser difíciles de superar.
Los discípulos de Jesús se enfrentaron a uno de estos períodos entre el momento en que Jesús resucitó de los muertos y cuando el Espíritu Santo vino a ellos 50 días después, en Pentecostés. Este fue probablemente un momento difícil y desconcertante para ellos. Habían experimentado la ascensión de Jesús al cielo, lo que ciertamente habría sido un evento para fortalecer la fe, pero aun así tuvieron que esperar en Jerusalén la llegada del Espíritu Santo.
Y esperar en Jerusalén debe haber sido algo que hubieran querido evitar por completo. Después de todo, el intenso espectáculo de la crucifixión todavía estaba fresco en la mente de todos y, para evitar sufrir un destino similar, hubieran preferido alejarse de allí.
Al igual que los discípulos, nosotros también vivimos en un período interino o provisorio: el tiempo entre la venida de nuestro Señor a la tierra y el tiempo en que vendrá nuevamente. En cierto sentido, este es un período difícil para nosotros también. Pero así como nuestro Señor les dijo a sus discípulos lo que debían hacer mientras tanto, también nos ha enseñado cómo debemos vivir en nuestra existencia interina: debemos dedicarnos a la oración y al estudio de su Palabra (ver Hechos 6:4), y ser sus testigos en el mundo (ver Hechos 1:8). Si vivimos según su voluntad, nuestras vidas serán significativas para nosotros y para su gloria.
El esperar su segunda venida no es un tiempo de inactividad pasiva. Más bien, es un tiempo de hacer su voluntad y difundir las Buenas Nuevas de Jesús como Señor y Salvador.
ORACIÓN: Padre Celestial, mientras esperamos la venida de tu reino, haznos buenos administradores del tiempo y del mensaje de vida que nos has confiado. En el nombre de Jesús oramos. Amén.
The Lutheran Hour, Ron Schlegel
Para reflexionar:
1.- ¿Qué tipo de pensamientos crees que pasarían por tu mente al ver a Jesús vivo después de la horrible forma en que murió? ¿Alivio? ¿Escepticismo? ¿Gratitud? ¿Algo más?
2.- ¿Cómo te ayuda tu fe a resistir los períodos interinos que enfrentas en la vida?
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