Canto de ascenso gradual. Bienaventurado todo aquel que teme al SEÑOR y anda en sus caminos: Cuando comas del trabajo de tus manos serás feliz y te irá bien.
Salmo 128: 1-2 RVA-2015
De vez en cuando surgen debates sobre el significado de la frase bíblica «temor del Señor». ¿La palabra temor o miedo se refiere al honor, reverencia y respeto que le damos a Dios? O ¿el temor en esta frase significa el terror sobrecogedor que los mortales han experimentado en la presencia de Dios?
Ambos significados tienen su lugar. Debemos darle a Dios el honor y la reverencia que le debemos, y las Escrituras también hablan de creyentes fieles quienes experimentaron un temor real cuando se enfrentaron a la majestad de Dios. Al ver al Señor en su templo, el profeta Isaías gritó: «¡Ay de mí! ¡Soy hombre muerto!» (Isaías 6: 5a). Al escuchar la voz del Padre Celestial en la transfiguración de Jesús, Pedro, Santiago y Juan «se postraron sobre sus rostros, llenos de miedo» (Mateo 17: 6b).
El salmista no entra en ningún debate sobre una definición exacta del término «temor». Está más interesado en resultados. Y es que podemos explicar la frase de diferentes maneras, pero como sea que la definamos, el temor del Señor lleva al cambio. Al vivir en el temor del Señor, Él cumple su propósito en nuestras vidas. Las Escrituras hablan de algunos de los resultados inspirados por el Espíritu que surgen por temer al Señor. «El temor del Señor es aborrecer el mal» (Proverbios 8: 13a). El temor del Señor es «el principio de la sabiduría» (Proverbios 9: 10a). Los primeros creyentes caminaron en el temor del Señor y, consolados por el Espíritu Santo, la iglesia se multiplicó (ver Hechos 9:31).
El temor del Señor es un don del Espíritu, y las Escrituras predijeron que el Mesías prometido sería ungido con «el Espíritu de conocimiento y de temor del Señor» (Isaías 11: 2b). El Hijo de Dios mismo, revelado en carne mortal, vivía en el temor del Señor. Viviendo en reverencia y temor santo, Jesús fue obediente a su Padre Celestial y se ofreció a sí mismo como el sacrificio perfecto por nuestros pecados. «Cuando Cristo vivía en este mundo, con gran clamor y lágrimas ofreció ruegos y súplicas al que lo podía librar de la muerte, y fue escuchado por su temor reverente. Aunque era Hijo, aprendió a obedecer mediante el sufrimiento; y una vez que alcanzó la perfección, llegó a ser el autor de la salvación eterna para todos los que le obedecen» (Hebreos 5: 7-9).
Hemos sido llamados a la fe, iluminados por el Espíritu Santo a través de la Buena Nueva de Jesucristo, nuestro Salvador crucificado y resucitado. En el bautismo somos ungidos con «el Espíritu de conocimiento y el temor del Señor». Siguiendo los pasos de nuestro Salvador, andamos en sus caminos. Vivir en el temor del Señor es ser bendecido al disfrutar del fruto del trabajo de nuestras manos. Vivir en el temor del Señor es saber y creer que Jesucristo es la Fuente de nuestra salvación eterna, ¡y no hay debate en cuanto a eso!
ORACIÓN: Señor, guíame según tu Palabra y ayúdame a caminar en tus caminos. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Qué significa para ti el «temor del Señor»?
* ¿Cómo puede el «temor del Señor» conducirnos a la sabiduría?
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