Dentro de sí dicen los necios: «Dios no existe». Corrompidos están. Sus hechos son repugnantes. No hay nadie que haga el bien.
Desde el cielo, observa el Señor a la humanidad, para ver si hay alguien con sabiduría, que busque a Dios. Pero todos se han desviado; todos a una se han corrompido. No hay nadie que haga el bien; ¡ni siquiera hay uno solo!
Salmo 14: 1-3
Algunas personas anuncian con orgullo: «No existe Dios». No quieren un Dios ante quien deban rendir cuentas. «Cambiaron la verdad de Dios por la mentira, y honraron y dieron culto a las criaturas antes que al Creador, el cual es bendito por los siglos…» (Romanos 1: 25). Dios está observando estas decisiones insensatas, mirando desde el cielo para ver si alguien lo está buscando. ¿Qué ve Él? «Todos se han desviado […] no hay quien haga el bien, ni siquiera uno».
El pecado de idolatría contra el Primer Mandamiento conduce fácilmente a pecar contra el resto de los mandamientos de Dios. El apóstol Pablo explica: «Y como ellos no quisieron tener en cuenta a Dios, Dios los entregó a una mente depravada, para hacer cosas que no convienen. Están atiborrados de toda clase de injusticia» (Romanos 1: 28-29a).
Al ver tanta injusticia a nuestro alrededor, nos sentimos tentados a decir: «¡Sí, así es como se comportan esas personas!». Pero antes de caer demasiado en juzgar a los demás, y creernos «Dios», Pablo nos dice: «Tú, que juzgas a otros, no tienes excusa, no importa quién seas, pues al juzgar a otros te condenas a ti mismo, porque haces las mismas cosas que hacen ellos» (Romanos 2: 1b).
Somos jueces autoproclamados atrapados en nuestro juicio sobre los demás. El apóstol usa estos mismos versículos del salmo para mostrar que todas las personas están cautivas por el pecado: «¡No hay ni uno solo que sea justo! […] No hay quien haga lo bueno, ¡no hay ni siquiera uno!» (Romanos 3: 10b, 12b). En nuestra prisa por juzgar, convenientemente pasamos por alto la declaración que también nos apunta: «Nadie hace el bien, ni siquiera uno».
Nadie hace el bien. Desde Adán y Eva en adelante, nosotros, junto con el mundo entero, somos responsables ante el único Dios verdadero. No podemos reunir suficiente justicia para salvarnos a nosotros mismos. No hay nada que podamos hacer para ganarnos su favor, pero Dios en gracia actuó para salvarnos. Hubo un Hombre que actuó con justicia, un Hombre que hizo lo bueno, el Hijo de Dios, Jesucristo. Jesús vivió en perfecta obediencia a su Padre Celestial. Dios miró desde el cielo a este único Hombre y dijo: «Éste es mi Hijo amado, en quien me complazco» (Mateo 3: 17b).
Jesús, verdadero Dios y verdadero Hombre, tomó nuestros pecados de idolatría y cualquier otra transgresión sobre sí mismo. En la cruz, se le hizo responsable de nuestros pecados y sufrió la pena de muerte en nuestro lugar. Mirándonos a través de la cruz de su Hijo, Dios nos ve como hijos e hijas amados en quienes Él se complace, porque estamos revestidos del don de la justicia que es nuestra «mediante un solo hombre, Jesucristo» (Romanos 5: 17b).
ORACIÓN: Señor, perdona mis pecados de juicio contra los demás. Ayúdame a vivir como tu hijo(a) amado(a). Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Crees que es más fácil en estos días negar la existencia de Dios? Si es así, ¿por qué?
* ¿Cómo respondes normalmente cuando alguien te dice que no cree en Dios o, quizás, te menosprecia por tu fe?
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