[Dijo Jesús] Estas cosas les he hablado para que en mí tengan paz. En el mundo tendrán aflicción; pero confíen, yo he vencido al mundo.
Juan 16:33
Si bien es cierto que algunas personas atraviesan por mayores sufrimientos que otras, no podemos negar que el sufrimiento es algo común para todos nosotros.
Algunos sufrimientos son en el área física, como el dolor causado por heridas o enfermedades. Algunos sufren por las condiciones del clima, ya sea por el calor o el frío. Algunas personas sufren de ciertos problemas genéticos, otros por situaciones de índole social como vivir en áreas donde la pobreza, la desnutrición o la violencia y el crimen están a la orden del día. Para otros, el problema suele ser mental o emocional, afectando negativamente sus relaciones o destruyendo sus familias, causando aún mayor sufrimiento.
Y, por supuesto, todos sufrimos por el pecado y sus consecuencias. La salud de una persona alcohólica se deteriora muchísimo por el exceso de alcohol en su cuerpo. El que acostumbra mentir va dejando un rastro amargo de promesas incumplidas y desconfianza. Y, ¿quién de nosotros no sufre emocionalmente por el peso de la culpa y la vergüenza que nos causan nuestros pecados ocultos?
En ocasiones nos toca sufrir por causa de nuestro compromiso y amor hacia Dios. Sabemos que muchos cristianos alrededor del mundo sufren terribles persecuciones y ataques por causa de su fe. Quizás a nosotros nos han herido los sentimientos o nos han rechazado por defender nuestras creencias.
Sin embargo, todos estos sufrimientos se quedan cortos comparados a los sufrimientos de nuestro Salvador. Para pagar la culpa de nuestro pecado, Él tuvo que pasar por un sufrimiento físico intenso y una terrible angustia mental y emocional. Él soportó todo esto para que nosotros no tuviéramos que sufrir el castigo eterno que merecíamos por nuestros pecados. Y aunque quizás suframos por un poco de tiempo en esta tierra, como bien lo dijo el Apóstol Pablo en su carta a los Romanos: «… las aflicciones del tiempo presente en nada se comparan con la gloria venidera que habrá de revelarse en nosotros» (Romanos 8:18). Esa gloria es nuestra no por lo que hemos sufrido, sino porque Cristo sufrió por nosotros.
Toma un momento si puedes y lee Lucas 22:39-23:31. Allí podrás leer sobre las últimas horas de vida de Jesús en esta tierra. Mientras lees sobre su angustia cuando oraba en el monte Getsemaní, donde «su sudor era como grandes gotas de sangre que caían hasta la tierra», piensa en todo lo que tuvo que soportar: la traición de sus seguidores, su arresto, el dolor profundo que sintió cuando Pedro lo negó, los golpes, maltratos y el desprecio.
El camino hacia la cruz fue sangriento. Ninguno de nosotros ha experimentado lo que sufrió Jesús, aun nuestros mayores sufrimientos no se pueden comparar. Mientras vuelves a leer el pasaje en Lucas, piensa seriamente en todo lo que el Señor sufrió por ti: el acto absurdo de soltar a Barrabás, la multitud clamando por su muerte, todas las burlas y desprecios en la cruz y la crueldad con que fue ejecutado.
Después de considerar todo lo que el Salvador sufrió por ti y por mí, te invito a que hagamos una oración dándole gracias a Dios por su Hijo Jesucristo, quién llevó todo nuestro sufrimiento para que nosotros no tuviéramos que hacerlo.
ORACIÓN: Padre celestial, aunque a veces suframos en este mundo por diferentes razones, ya no tenemos que sufrir eternamente por nuestros pecados. Nuestro salvador Jesucristo llevó ese sufrimiento por nosotros a la cruz. Llena nuestros corazones de fe para poder poner toda nuestra confianza en Él. En su santo nombre. Amén.
Ron Schlegel
Para reflexionar:
1.- ¿Cuáles son las causas del sufrimiento humano?
2.- ¿Te producen paz las Palabras de Jesús? ¿Cómo te anima lo que Él dice en cuanto a que en este mundo tendremos aflicciones?
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