[Dios dijo a Job:] “¿Dónde estabas tú, cuando yo afirmé la tierra? Si en verdad sabes mucho, dímelo. Dime también, si lo sabes, ¿quién tomó sus medidas? ¿O quién la midió palmo a palmo? ¿Sobre qué están sentadas sus bases? ¿Quién puso su piedra angular mientras cantaban las estrellas del alba y los seres celestiales se regocijaban?…
“¿Alguna vez le has dado órdenes a la mañana? ¿Le has señalado al alba cuál es su lugar…?
“¿Has bajado alguna vez al fondo del mar? ¿Has recorrido los senderos del abismo? ¿Se te han revelado las puertas de la muerte? ¿Has visto el umbral del reino de las sombras? ¿Has calculado la extensión de la tierra? ¡Hazme saber si sabes todo esto!”.
(Job 38:4-7, 12, 16-18).
Conocemos la historia de Job, un hombre rico, poderoso y bendecido por Dios, que de pronto pierde todo en un solo día. Su riqueza fue destruida y sus sirvientes e hijos murieron. Y no mucho después, él mismo se enfermó. ¿Quién puede sobrevivir a todo eso? ¿Quién puede siquiera empezar a entenderlo?
Nadie. Cuando suceden cosas terribles, si somos sabios, callamos y lloramos. Sólo los necios creen que pueden entender las cosas profundas de Dios, como: por qué existe el mal, por qué sufren los inocentes, por qué la tragedia golpea a una persona una y otra vez mientras que otras salen ilesas.
Después de días de discutir con sus amigos sobre esto, Job dice: «¡Cómo quisiera que alguien me escuchara! Aunque mi enemigo me someta a juicio, confío en que el Todopoderoso hablará por mí» (Job 31:35). Y su deseo se hace realidad. Dios registra toda la historia, argumentos y todo, en el libro de Job en la Biblia. El Todopoderoso le responde a él, y a nosotros también, aunque la respuesta parece ser: «¿Qué te hace pensar que, si te lo dijera, entenderías?».
Es que la respuesta de Dios va mucho más allá, porque su respuesta al problema del mal es Jesús.
Jesús es Dios hecho Hombre, Dios que vive entre nosotros y comparte nuestro sufrimiento, pena y dolor. Es Jesús llevando esa corona de espinas, despojado y flagelado y finalmente crucificado por nosotros. Dios no nos ha dejado solos para enfrentar el mal. Él ha venido a estar con nosotros en una sangrienta realidad. Ya no podemos decirle a Dios: «Tú no entiendes». Y nunca tenemos que pensar que estamos solos en nuestro dolor. Dios ya ha estado allí, y está también allí con nosotros ahora.
Dios ha vencido el mal porque Jesús resucitó de entre los muertos y vive para siempre. Más aún, Él ha prometido que todos nosotros compartiremos su victoria. El mal no tendrá la última palabra. Jesús la tendrá. Y su Palabra para nosotros es «Vengan, benditos de mi Padre, y hereden el reino preparado para ustedes desde la fundación del mundo» (Mateo 25:34b).
Aun cuando no entendamos por qué nos pasan cosas terribles, podemos ver a Jesús. Él nos tiene en sus manos y nunca nos dejará caer. Ese es nuestro consuelo.
Querido Señor, ayúdame a confiar en ti aun cuando no entiendo. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Por qué confías en Jesús a pesar de no entender?
* ¿Cómo puedes consolar y fortalecer a alguien que sufre?
© Copyright 2023 Cristo Para Todas Las Naciones