María se quedó con Elisabet como tres meses, y después volvió a su casa.
Lucas 1:56
¿Alguna vez has pensado cómo deben haber sido las cosas en la casa donde se alojaba María? Probablemente solo estaban allí los tres: María, Elisabet y su esposo Zacarías. En realidad eran cinco, si contamos los dos bebés no nacidos. Pero ninguno de los hombres de la familia podía hablar en ese momento. Sospecho que se convirtió en un mundo muy femenino durante tres meses, un mundo lleno de las preocupaciones de las mujeres de esa cultura.
¿Sobre qué habrán hablado? Seguramente sobre los quehaceres de la vida diaria: quién buscaba el agua, qué comprar en el mercado, enseñarle a María una nueva receta. Habrán discutido el embarazo y el parto. Ambas habrán pensado en el futuro, en lo que significaba criar a un niño en la vejez, y si José continuaría con la boda. Y, por supuesto, habrán orado y hablado sobre lo que el Señor estaba haciendo, como las mujeres llenas de fe que eran.
En esos días, aún más que en nuestro tiempo, el hogar familiar era un lugar humilde, en su mayoría privado, lleno de tareas domésticas no muy valoradas por el mundo, a pesar de su absoluta necesidad. Pero fue precisamente ese ambiente humilde y hogareño lo que Dios eligió para los primeros meses de su Hijo en la tierra, para los últimos meses de su profeta Juan antes de nacer, para su siervo Zacarías, quien estaba aprendiendo de manera difícil lo que significaba confiar en la palabra de Dios.
Dios no está por encima de los pañales, las cunas y las náuseas matutinas. Dios, en Cristo, es parte de todo, incluso del sufrimiento y de la muerte en una cruz y de la resurrección de entre los muertos en una tumba prestada. Él eligió eso, todo eso, porque te eligió a ti.
ORACIÓN: Señor, ayúdame a creer que en verdad tú me valoras. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
1.- ¿Has sentido alguna vez que fuiste ignorado(a)?
2.- ¿Cómo sabes que Dios no te ignora?
3.- ¿Qué diferencia hace en tu vida saber que Dios no te ignora?
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Editado por CPTLN – Chile / MGH
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