Por la misericordia del Señor no hemos sido consumidos; ¡nunca su misericordia se ha agotado! ¡Grande es su fidelidad, y cada mañana se renueva! Por eso digo con toda el alma: «¡El Señor es mi herencia, y en él confío!».
Lamentaciones 3:22-24
Apenas el mes pasado comenzamos un nuevo año. Cuando miramos hacia adelante para ver lo que puede traer el futuro, las perspectivas aparecen como siempre: inciertas. La inflación continúa afectando nuestras billeteras y cuentas bancarias. Las discusiones sobre el medio ambiente siguen perturbándonos. Las cosas en los frentes internacionales son motivo de preocupación y la persistencia de la delincuencia afecta tanto a nuestras ciudades como a nuestros pequeños pueblos.
Al analizar todos estos problemas, podríamos sentirnos muy desesperados. Pero Dios no quiere que nos sintamos de esa manera. Debemos recordar que, a pesar de nuestras circunstancias, tenemos una esperanza grande y eterna. Esto se debe a que Dios envió a su Hijo a vivir entre nosotros. Jesús habitó en nuestro mundo con todas sus angustias y problemas, incluido el que nos persigue a todos: la muerte.
Pero la buena noticia es que Jesús ha vencido al mundo. Su victoria sobre el pecado, la muerte y el diablo nos fue ganada en la cruz. Su resurrección de entre los muertos a la eternidad es la misma resurrección que podemos conocer a través de la fe en Él (ver Isaías 25: 8; 1 Corintios 15: 55-57). Esta es la fuerza que tenemos que afrontar cada día, sabiendo que Jesús nos ha precedido. Por lo tanto, «liberémonos de todo peso y del pecado que nos asedia, y corramos con paciencia la carrera que tenemos por delante. Fijemos la mirada en Jesús, el autor y consumador de la fe, quien por el gozo que le esperaba sufrió la cruz y menospreció el oprobio, y se sentó a la derecha del trono de Dios» (Hebreos 12: 1b-2).
Muchos fueron los problemas que Jesús enfrentó mientras recorría el pesado camino hacia el Calvario. Soportó el resentimiento y la amarga oposición de los escribas, fariseos y ancianos religiosos que deberían haber sabido mejor. Sufrió el desprecio de quienes se burlaban de Él, y finalmente la máxima humillación a manos de hombres sin escrúpulos que harían cualquier cosa para quitarlo de la escena al asesinarlo.
Irónicamente, en todo esto Jesús no descartó a los que actuaron con necedad y odio. Más bien, entendió claramente su situación y los vio, nos vio, por lo que somos: «desamparados y dispersos, como ovejas que no tienen pastor» (Mateo 9: 36b). Y nos amó a pesar de todo.
Por tanto, porque Jesús vivió entre nosotros, tenemos esperanza para el futuro. Él comprende nuestros problemas, preocupaciones, debilidades y enfermedades, y los ha superado a todos. Además, nos ha prometido su presencia solidaria en medio de todas las dificultades que podamos enfrentar en este nuevo año (ver Mateo 28: 20b).
ORACIÓN: Padre Celestial, ayúdanos a recordar que en Jesús tenemos todo lo que necesitamos. Amén.
The Lutheran Layman, 1980, «Cristo entre nosotros» por Ron Schlegel
Para reflexionar:
1.- ¿Cuál es tu mayor preocupación para este año?
2.- ¿Cómo podemos «dejar a un lado todo peso y pecado que se aferra tanto» y seguir a Jesús?
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Editado por CPTLN – Chile / MGH
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