»Fíjate bien: hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Lo que yo te mando hoy es que ames al Señor tu Dios, que vayas por sus caminos, y que cumplas sus mandamientos, sus estatutos y sus decretos, para que vivas y seas multiplicado, y para que el Señor tu Dios te bendiga en la tierra de la cual vas a tomar posesión.
»Pero si apartas tu corazón y no prestas atención, y te dejas llevar, y te inclinas ante dioses ajenos y les sirves, en este día yo les hago saber que ustedes serán destruidos por completo, y que no prolongarán sus días en la tierra al otro lado del Jordán, de la cual van a tomar posesión. Hoy pongo a los cielos y a la tierra por testigos contra ustedes, de que he puesto ante ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida, para que tú y tu descendencia vivan; y para que ames al Señor tu Dios, y atiendas a su voz, y lo sigas, pues él es para ti vida y prolongación de tus días. Así habitarás la tierra que el Señor juró a tus padres, Abrahán, Isaac y Jacob, que les daría a ustedes».
(Deuteronomio 30:15-20)
Pienso en el antiguo Israel como una especie de experimento. Dios toma un grupo de personas y establece exactamente cómo deben vivir. No sólo obtienen los Diez Mandamientos; reciben explicaciones detalladas, hasta de «Si ves que el asno del que te aborrece ha caído por el peso de su carga, no dejes de ayudarlo. Al contrario, ayúdalo a levantarse» (Éxodo 23:5).
Así que, después de 40 años de enseñar y dar el ejemplo, Moisés lo intenta por última vez. Él les dice: «Fíjate bien: hoy he puesto delante de ti la vida y el bien, la muerte y el mal. Lo que yo te mando hoy es que […] cumplas sus mandamientos […] para que vivas […] Pero si apartas tu corazón […] yo les hago saber que ustedes serán destruidos por completo […] he puesto ante ustedes la vida y la muerte, la bendición y la maldición. Escoge, pues, la vida».
¡Más claro que el agua! Y, sin embargo, toda la historia del pueblo de Israel nos dice cuán imposible fue para ellos hacer esa simple elección. Ellos no eligieron la vida. Ellos no guardaron la Ley. No pudieron. Eran pecadores.
Y ese es nuestro dilema también, ¿no? Nosotros también somos pecadores. Podríamos imaginar que podemos vivir perfectamente, pero intentarlo demuestra lo contrario. Y es por eso que veo el antiguo Israel como un experimento, porque mientras Dios sabía la verdad, la raza humana no. Hasta que Él lo probó.
Así que ahora, ¿qué sabemos? Sabemos que estamos indefensos. Sabemos que no vamos a salir solos de nuestra situación desesperada. El pecado es demasiado fuerte para nosotros. Necesitamos un Salvador.
Y eso es lo que Dios nos ha dado. Él no envió un ángel para ayudarnos; no, Él mismo vino para ser uno de nosotros, para vivir, sufrir y morir en la cruz por nosotros. Jesucristo nos rescató de la trampa del pecado. Ha resucitado de entre los muertos. Y ahora Él ofrece vida verdadera y eterna a cualquiera que confíe en Él, a cualquiera que la reciba. Y eso te incluye a ti y a mí.
ORACIÓN: Gracias, Dios, por darnos vida. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Has intentado ser perfecto? ¿Cómo te ha ido con eso?
* ¿Cómo cambia tu vida diaria el perdón de los pecados?
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