
Jesús entró en una casa, y de nuevo se juntó tanta gente, que ni siquiera podían comer él y sus discípulos.
Cuando sus familiares lo supieron, fueron para llevárselo, porque pensaban que estaba fuera de sí (…) Llegaron entonces la madre y los hermanos de Jesús, pero se quedaron afuera y mandaron a llamarlo.
La muchedumbre sentada a su alrededor le dijo: «Tu madre, tus hermanos y tus hermanas están allí afuera, y te buscan». Jesús les respondió: «¿Y quién es mi madre, y mis hermanos?». Miró entonces a los que estaban sentados a su alrededor, y dijo: «Mi madre y mis hermanos están aquí. Porque todo el que hace la voluntad de Dios es mi hermano, y mi hermana, y mi madre».
Marcos 3:20-21, 31-35
Este es un pequeño episodio extraño en la vida de Jesús. Su madre y sus hermanos se habían enterado de todo lo que estaba haciendo: de su predicación, sus curaciones, sus milagros. Estaban preocupados y asustados por lo que escucharon. ¡Eso no sonaba como el Jesús que conocían! Así que salieron lo más rápido que pudieron para agarrarlo, porque pensaban que estaba «fuera de sí». Pero se equivocaron. Jesús no estaba loco. Él estaba haciendo exactamente lo que Dios el Padre quería que hiciera, y si se veía un poco extraño, estaba bien con eso.
Pero no estaban equivocados en una cosa: las enfermedades mentales ocurren, incluso a los creyentes, incluso a los amados hijos de Dios. Algunos padecemos depresión, ansiedad o trastornos del estado de ánimo, otros sufrimos de TOC o esquizofrenia y algunos incluso perdemos la vida a causa de estas enfermedades.
Aun así, seguimos siendo los amados hijos de Dios a través de Jesús, nuestro Salvador.
Hemos sido bautizados en el sufrimiento, la muerte y la resurrección de Jesús. En nosotros él ha escrito su Nombre. Eso no cambia en nuestra debilidad. Ninguna enfermedad del cuerpo o la mente puede destruir lo que Dios mismo ha creado en nosotros. Y si llega el día en que ya no reconocemos el nombre de Jesús o recordamos lo que hizo por nosotros, Jesús seguirá estando con nosotros. Él nos sostiene en las manos llenas de cicatrices que una vez colgaron de una cruz por nosotros. Nadie ni nada nos arrebatará de sus manos.
Y cuando nos levante de entre los muertos, todo lo que hemos perdido será restaurado. Nada puede alejarnos del amor de Dios, ahora y para siempre.
ORACIÓN: Querido Padre, bendice y ayuda a quienes sufren una enfermedad mental. Dales tu consuelo y fortaleza, y ayúdame a mostrarles tu amor. Amén.
Dra. Kari Vo
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Para reflexionar:
* ¿Te sorprende saber que se sospechaba que Jesús tenía una enfermedad mental?
* Cuando nos preocupamos por la fe de un cristiano que sufre una enfermedad mental, ¿qué consuelo encontramos en lo que Dios dice en su Palabra?
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