¿Acaso no sabes, ni nunca oíste decir, que el Señor es el Dios eterno y que él creó los confines de la tierra? El Señor no desfallece, ni se fatiga con cansancio; ¡no hay quien alcance a comprender su entendimiento! El Señor da fuerzas al cansado, y aumenta el vigor del que desfallece. Los jóvenes se fatigan y se cansan; los más fuertes flaquean y caen; pero los que confían en el Señor recobran las fuerzas y levantan el vuelo, como las águilas; corren, y no se cansan; caminan, y no se fatigan
(Isaías 40:28-31).
Pensemos en eso un momento: Dios, el Creador de todo, el Todopoderoso, quien jamás desfallece o se cansa, ¡muestra su poder siendo amable y compasivo! Él usa su poder y fuerza para nuestro bien, para amarnos, para darnos fuerzas, para rescatarnos. Dios podría usar su poder para condenarnos y darnos lo que merecen nuestras acciones; sin embargo, lo usa para ser nuestro Buen Pastor y salvarnos.
Dios envió a Jesús, quien se hizo un ser humano como nosotros, con todas nuestras debilidades y problemas, y murió en la cruz por nosotros. Pero luego resucitó de entre los muertos. Y cuando lo hizo, nos hizo una nueva creación, nos dio fuerzas y aumentó nuestro vigor, nos hizo levantar vuelo, como las águilas. Ahora, en su fuerza, corremos, y no nos cansamos; caminamos, y no nos fatigamos. En otras palabras, logramos sus propósitos, según su voluntad.
Primera Corintios 9:16 nos recuerda: «Pues si anuncio el evangelio, no tengo por qué jactarme, porque ésa es mi misión insoslayable. ¡Ay de mí si no predico el evangelio!»
En nuestro bautismo somos empoderados y capacitados por Dios para cuidar unos de otros, para proclamar sus buenas noticias. Fuimos hechos libres para ayudar y amar a los demás. Y recordemos, Dios nos ama y nos salva, pero debemos tener paciencia. Sus planes para nuestras vidas se van desarrollando de formas que nosotros no podemos imaginar o entender. ¡No hay quien alcance a comprender su entendimiento!
Padre, tú eres el Dios eterno y quien creó los confines de la tierra. Tú no desfalleces, ni te fatigas con cansancio; ¡no hay quien alcance a comprender tu entendimiento! Tú das fuerzas al cansado y aumentas el vigor de quien desfallece. Tus hijos nos fatigamos y cansamos; incluso los más fuertes flaquean y caen; pero los que confiamos en ti recobramos las fuerzas y levantamos el vuelo, como las águilas; corremos, y no nos cansamos; caminamos, y no nos fatigamos. Ayúdanos a confiar en ti en todo momento y a ser testigos de tu amor y gracia en nuestras vidas al servir a otros. Amén.
Para reflexionar:
* ¿Cómo puedes aplicar el poder y la fuerza de Dios en tu vida diaria para ayudar a los demás?
* ¿Qué haces para mantener la paciencia y la confianza en Dios cuando sus planes superan tu comprensión y expectativas?
Diaconisa Noemí Guerra
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