El Señor habló con Moisés, y le dijo: «Habla con los hijos de Israel, y diles: Yo soy el Señor su Dios. No hagan ustedes lo que hacen los egipcios, en cuyo país vivieron […] Cuando coseches tu trigo, no siegues hasta el último rincón de tu campo, ni espigues la parte segada. No rebusques tu viña, ni recojas las uvas que se te caigan; déjalas para los pobres y los extranjeros. Yo soy el Señor tu Dios.
Levítico 18:1-3a; 19:9-10
Tengo una amiga de la iglesia que le encanta la jardinería. Cada año planta decenas y decenas de plantas de tomate usando semillas. Son tomates especiales: morados, rosados, naranja rayados y amarillos. Y cuida todas las plantas hasta que estén listas para ser plantadas en un jardín.
Pero siempre hay demasiadas. Ella planta demasiadas a propósito. Porque cuando llega el momento, ella trae una gran bandeja con esas plantas a la iglesia e invita a las personas a elegir las que les gusten para llevarlas a casa y plantarlas. Todos se benefician, especialmente aquellos que no tienen dinero para comprar tomates finos para sus familias. Comerán como reyes, por su generosidad.
En la lectura de hoy, Dios le está diciendo al pueblo de Israel que haga algo similar. Plantarán cultivos y los cosecharán, pero se supone que deben ser deliberadamente descuidados en la cosecha, dejando parte de la cosecha en las plantas. Recogerán uvas de sus viñedos, pero si se les cae alguna, se supone que las dejen allí. La comida que crece alrededor de los bordes del campo, o que se pasa por alto en los árboles frutales, esa comida es para cualquiera que la necesite, para la gente pobre, los viajeros, los refugiados. Los israelitas deben vivir libre y generosamente, porque Dios ha sido generoso con ellos.
¿Qué ha hecho Dios por ellos? Dios los salvó de una vida de esclavitud en Egipto, y sabes que los esclavos deben contar cada centavo y cada bocado de comida que obtienen. Para un esclavo, el futuro nunca es seguro. No pueden confiar en sus amos, por lo que deben aferrarse a cualquier beneficio que puedan obtener.
Pero ahora el pueblo de Israel ya no es esclavo. Deben confiar en Dios para que les provea, y ellos también ayudarán a proveer para su prójimo. Es una forma completamente nueva de vivir, una forma maravillosa, una forma liberadora. Dios nos llama a vivir así también, y ¿por qué? Porque ha hecho por nosotros lo que hizo por Israel: nos ha liberado de la esclavitud del pecado y de la muerte.
Cuando éramos esclavos, vivíamos con miedo de lo que nos podía pasar. Pero Dios tuvo compasión de nosotros y envió a Jesús para liberarnos. Fue una misión costosa: el precio de nuestra libertad fue la propia vida de Jesús. Pero lo hizo con alegría, porque su amor es generoso. Mirándonos, consideró que valía la pena. Y cuando resucitó de entre los muertos, rompió el poder que el temor a la muerte tenía sobre nosotros. Ahora todos los que confiamos en Jesús viviremos para siempre. ¡Esa es una buena razón para ser generosos!
ORACIÓN: Amado Señor, vive en mí y a través de mí para mostrar tu generoso amor a las personas que me rodean. Amén.
Dra. Kari Vo
Para reflexionar:
* ¿Quién es la persona más generosa que conoces?
* ¿De qué maneras específicas puedes compartir el amor generoso de Jesús con los demás?
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