Mientras el cojo que había sido sanado no soltaba a Pedro ni a Juan, todo el pueblo fue al pórtico llamado «de Salomón», y sin salir de su asombro se acercó a ellos.
Cuando Pedro los vio, les dijo: «Varones israelitas, ¿qué es lo que les asombra? ¿Por qué nos ven como si por nuestro poder o piedad hubiéramos hecho que este hombre camine? El Dios de Abrahán, de Isaac y de Jacob, que es el Dios de nuestros antepasados, ha glorificado a su Hijo Jesús, a quien ustedes entregaron y negaron delante de Pilato, cuando éste ya había resuelto ponerlo en libertad.
Pero ustedes negaron al Santo y Justo, y pidieron que se les entregara un homicida. Fue así como mataron al Autor de la vida, a quien Dios resucitó de los muertos. De eso nosotros somos testigos, y por la fe en su nombre, a este hombre que ustedes ven y conocen, Dios lo ha restablecido; por la fe en Jesús, Dios lo ha sanado completamente en presencia de ustedes.
Hermanos, yo sé que tanto ustedes como sus gobernantes lo negaron por ignorancia, pero Dios cumplió de esta manera lo que ya había anunciado por medio de todos sus profetas, es decir, que su Cristo tenía que padecer. Por lo tanto, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, para que sus pecados les sean perdonados y Dios haga venir sobre ustedes tiempos de alivio y les envíe a Cristo Jesús, que ya les fue anunciado.
Es necesario que el cielo reciba a Jesús hasta el momento en que todas las cosas sean restauradas, lo cual Dios ya ha anunciado desde los tiempos antiguos por medio de sus santos profetas.
Hechos 3:11-21
¿Te imaginas esta escena? La multitud, asombrada al ver la recuperación completa del hombre cojo, presionó a Pedro para que le diera algunas respuestas. Y Pedro obedece, con creces.
La lección de historia de Pedro se remonta a la época de Abraham. Pedro le cuenta a la multitud cómo entregaron a Jesús a las autoridades, cómo negaron al «Santo y Justo», cómo «mataron al Autor de la vida».
«Lo sentimos», gimió la multitud, escabulléndose del pórtico de Salomón, donde estaban todos reunidos.
La verdad duele, pero Pedro no tenía la intención de dejarlos ir cargando con la culpa de sus pecados de participación. Entonces les dice que, aunque las partes culpables actuaron en ignorancia, los propósitos divinos de Dios se cumplieron. Sus antiguas profecías se cumplieron en el sufrimiento y la muerte de Jesús por nuestros pecados, y fue a Él «a quien Dios resucitó de entre los muertos».
Y luego Pedro les habla de misericordia y recuperación, incluso para los culpables de crucificar al Hijo de Dios: «Por lo tanto, arrepiéntanse y vuélvanse a Dios, para que sus pecados les sean perdonados y Dios haga venir sobre ustedes tiempos de alivio y les envíe a Cristo Jesús, que ya les fue anunciado».
Aunque conmocionado, hubo por fin alivio para la multitud. Con las palabras de Pedro se animaron, al menos los que se quedaron para escuchar las Buenas Nuevas.
Nosotros también somos culpables y necesitamos estas mismas Buenas Nuevas. Que el Espíritu de Dios nos mueva al arrepentimiento y a recibir con fe el perdón que se nos ha ganado a través de la sangre de Jesús.
ORACIÓN: Padre celestial, gracias por el sacrificio de Jesús por nosotros. En su Nombre oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
* ¿Qué garantía tenía Pedro de que la multitud no se volviera contra él por lo que estaba diciendo?
* ¿Somos cómplices, dos mil años después, de los pecados que Pedro menciona que cometió la multitud?
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