Ustedes han oído que se dijo a los antiguos: «No matarás», y que cualquiera que mate será culpable de juicio. Pero yo les digo que cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de juicio, y cualquiera que a su hermano le diga «necio», será culpable ante el concilio, y cualquiera que le diga «fatuo», quedará expuesto al infierno de fuego. Por tanto, si traes tu ofrenda al altar, y allí te acuerdas de que tu hermano tiene algo contra ti, deja allí tu ofrenda delante del altar, y ve y reconcíliate primero con tu hermano, y después de eso vuelve y presenta tu ofrenda. Ponte de acuerdo pronto con tu adversario, mientras estás con él en el camino, no sea que el adversario te entregue al juez, y el juez al alguacil, y seas echado en la cárcel. De cierto te digo que no saldrás de allí, hasta que hayas pagado el último centavo.
Mateo 5:21-26
Jesús realmente nos pone en alerta en Mateo 5. Después de su tentación en el desierto, salió a llamar a sus primeros discípulos y a anunciar las Buenas Nuevas. En el camino, iba sanando a los enfermos, expulsando demonios y ganando rápidamente una gran reputación. «Y lo seguía mucha gente de Galilea, de Decápolis, de Jerusalén, de Judea y del otro lado del Jordán» (Mateo 4:25).
En Mateo 5, Jesús se encamina a la ladera de una montaña y tiene lo que parece ser una «reunión de gabinete» con sus discípulos. «Cuando Jesús vio a la multitud, subió al monte y se sentó. Entonces sus discípulos se le acercaron» (Mateo 5: 1). Después de enseñarles las Bienaventuranzas, Jesús pasa a otros asuntos como: ser la sal y la luz, su venida al mundo para cumplir la Ley, y luego algunos asuntos importantes en cuanto a cómo sobrevivir en un mundo caído por el pecado.
Y el enojo era uno de sus temas principales.
Jesús menciona la Ley del Antiguo Testamento (el Quinto Mandamiento específicamente) y explica que es ilegal asesinar. Y con esa base, destruye cualquier noción que podamos tener de albergar enojo dentro de nosotros y pensar que de alguna manera este hecho es menos ilegal que el acto de matar a alguien.
Tener enojo en contra de alguien es lo mismo que asesinarlo, y Jesús ha llegado a poner esto en claro. Nos muestra que él tiene la última palabra en cuanto a la ley. Ustedes «han oído que se dijo», le dijo a la multitud, señalando el Mandamiento de Dios que se le había dado a Moisés, «pero yo les digo» enfatizó, declarando su autoridad sobre todas las cosas (ver Mateo 28:18).
A esto, el escritor del libro de Hebreos da un cordial «¡Amén!»: «Dios, que muchas veces y de distintas maneras habló en otros tiempos a nuestros padres por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio del Hijo, a quien constituyó heredero de todo, y mediante el cual hizo el universo. Él es el resplandor de la gloria de Dios. Es la imagen misma de lo que Dios es. Él es quien sustenta todas las cosas con la palabra de su poder. Después de llevar a cabo la purificación de nuestros pecados por medio de sí mismo, se sentó a la derecha de la Majestad, en las alturas, y ha llegado a ser superior a los ángeles, pues ha recibido un nombre más sublime que el de ellos» (Hebreos 1: 1-4).
Este es Jesús, el que cumplió la Ley por nosotros y pagó el precio de nuestros pecados.
ORACIÓN: Padre celestial, nos inclinamos ante tu Hijo, nuestro Señor y Salvador. En su nombre oramos. Amén.
Paul Schreiber
Para reflexionar:
1.- ¿Alguna vez te has reconciliado con alguien después de haber tenido una diferencia o discusión grande? ¿Fue un proceso difícil?
2.- ¿Alguna vez has guardado rencor o te has negado a darle el perdón a alguien durante un largo período de tiempo? ¿Se ha resuelto ese problema o simplemente lo has ocultado?
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