…pues todos ustedes son hijos de Dios por la fe en Cristo Jesús. Porque todos ustedes, los que han sido bautizados en Cristo, están revestidos de Cristo. Ya no hay judío ni griego; no hay esclavo ni libre; no hay varón ni mujer, sino que todos ustedes son uno en Cristo Jesús. Y si ustedes son de Cristo, ciertamente son linaje de Abrahán y, según la promesa, herederos.
Gálatas 3:26-29
La promesa de la que habla Pablo en nuestra lectura de Gálatas es la promesa que Dios le hizo a Abraham, y que tenía tres partes (puedes leer sobre esto en Génesis 12). Dios le prometió a Abraham tierra y descendientes. Eso era música para los oídos de un nómada errante y anciano que no tenía hijos. Pero la tercera parte de la promesa de Dios fue la más intrigante: que a través de Abraham todas las naciones de la tierra serían bendecidas. ¿Era acaso un acertijo? ¿Cómo podría ser bendecido el mundo entero a través de un solo hombre?
A pesar de que parezca un enigma, «para Dios todo es posible» (Mateo 19:26b). Y a su debido tiempo la promesa se cumplió, en el nacimiento de Jesús. «Pero cuando se cumplió el tiempo señalado, Dios envió a su Hijo, que nació de una mujer y sujeto a la ley, para que redimiera a los que estaban sujetos a la ley, a fin de que recibiéramos la adopción de hijos» (Gálatas 4:4-5).
Si bien Jesús era el Hijo de Dios, también era descendiente de Abraham (ver Mateo 1:1) y tuvo una relación íntima con su Padre Celestial. De hecho, él dijo: «Yo y el Padre uno somos» (Juan 10:30). Jesús también tenía pleno conocimiento de su ascendencia humana, llegando hasta Abraham.
¿Y tú? ¿Tienes una relación íntima con tu Padre Celestial, el Dios que te dio vida y aliento y sostiene tu vida día a día? Sea que lo sepas o lo creas o no, en el momento justo, en la plenitud de los tiempos, Dios envió a su Hijo por ti.
¿Por qué? Porque tú y yo necesitábamos un Salvador.
Una vida tuvo que ser cambiada por tu vida. Alguien tuvo que pagar con su sangre por tus pecados. Alguien tuvo que pagar con su vida para que fueras liberado y salvado. Jesús fue ese alguien que fue a la cruz a morir voluntariamente contigo en mente para que pudieras reunirte con tu Padre Celestial. Tu relación con Dios había sido rota por el pecado, pero con su muerte y resurrección, Jesús hace posible que seas adoptado nuevamente en la familia de Dios. Tus documentos de adopción han sido firmados con Su sangre.
¿Conoces al Hijo de Dios? ¿Es él tu Señor y Salvador?
ORACIÓN: Padre Celestial, gracias por tu promesa a Abraham, cumplida en Jesús y dada a nosotros. Ayúdanos a creer siempre en tu Hijo, nuestro Salvador. Amén.
Del mensaje «¿De quién eres hijo?», del Rev. Dr. Mark Hannemann.
Para reflexionar:
1.- ¿Puedes creer en las promesas que la gente te hace?
2.- ¿Cuándo te sientes más cerca de Dios? ¿De qué depende eso?
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