Después me mostró un río límpido, de agua de vida. Era resplandeciente como el cristal, y salía del trono de Dios y del Cordero. En medio de la calle de la ciudad, y a cada lado del río, estaba el árbol de la vida, el cual produce doce frutos y da su fruto cada mes; las hojas del árbol eran para la sanidad de las naciones. Allí no habrá maldición. El trono de Dios y del Cordero estará en medio de ella, y sus siervos lo adorarán y verán su rostro, y llevarán su nombre en la frente. Allí no volverá a haber noche; no hará falta la luz de ninguna lámpara ni la luz del sol, porque Dios el Señor los iluminará. Y reinarán por los siglos de los siglos.
Apocalipsis 22:1-5
Cuando era niño, me fascinaba una foto que mi abuelo había traído a Estados Unidos cuando emigró de Hungría. La foto fue tomada alrededor del año 1900 y mostraba las ruinas de un castillo medieval. Muchas veces el abuelo me mostró esa foto y me decía con orgullo: «¡Este es nuestro castillo, el castillo Nadasdy!. ¡Imagina eso, es un castillo con nuestro nombre!”.
Y yo hacía exactamente eso. Cuando era niño, me imaginaba siendo un príncipe, caballero, con una reluciente armadura, viviendo en ese castillo, defendiendo la bondad y la verdad. Quiero ir a ver esas ruinas del castillo en persona, si todavía existen. Y todavía tengo la foto, preservada, enmarcada y atesorada.
Nuestra imaginación es un maravilloso regalo de Dios. Nuestro Creador nos ha programado para poder imaginarnos en un lugar diferente y en un momento diferente del aquí y ahora. Con esa foto en la mano cuando era niño, podía imaginarme en Europa 400 años atrás. Sin embargo, también podía, sin mucho esfuerzo, imaginarme en el futuro, siendo adulto. A veces me imaginaba que, cuando «fuera grande», iba a ser soldado, veterinario, maestro, jugador de pelota y tal vez incluso pastor.
Como cristianos, nuestra imaginación está siempre trabajando, imaginando a los héroes y las tramas de la historia bíblica, las imágenes poéticas de los profetas y el desfile de imágenes presentadas por las historias de Jesús en los Evangelios. Nuestra imaginación cristiana trabaja horas extras y nos ayuda a crecer en nuestra fe y testimonio. Cada sermón que escuchamos trae consigo una serie de imágenes sugeridas por las palabras del predicador. Con la mente y el corazón, «vemos» estas imágenes por fe, y algunas veces somos abatidos y otras veces edificados y animados.
Lo que Juan vio y escribió en el Apocalipsis podemos verlo en nuestra imaginación. En Apocalipsis 22:1-7, por ejemplo, podemos ver al menos cinco imágenes vívidas: un río cristalino; el trono de Dios y del Cordero; una ciudad resplandeciente; el árbol de la Vida; y el rostro de Dios. Una tras otra vienen estas imágenes, y puede ser abrumador. Cada imagen tiene sus propias raíces en la historia de la salvación de Dios y su propio mensaje de esperanza para nuestro futuro final. Eso, después de todo, es lo que Juan nos da para que imaginemos, el último juego, las finales de esta vida que vivimos en Cristo. Entonces, en efecto, en Apocalipsis pasamos de las palabras inspiradas de Juan a imaginarnos las imágenes transmitidas por sus palabras que nos dan el significado de esas imágenes. Las palabras y las imágenes trabajan juntas para traernos verdad y esperanza para nuestro futuro.
Mientras apreciaba la imagen de un viejo castillo, nos aferramos a estas imágenes de nuestro futuro en el Apocalipsis de Juan. De niño tuve que confiar en las palabras de mi abuelo en cuanto a la foto. Ellas son las que le dan valor. Detrás de las imágenes que vemos en Apocalipsis está la Palabra de Dios. Esto marca su valor. Es, después de todo, la misma Palabra la que nos ha traído la historia y el anunciamiento de nuestra salvación. Cristo ha muerto. Cristo ha resucitado. Cristo vendrá de nuevo. Detrás de las imágenes están las palabras de nuestra salvación, y eso hace una gran diferencia.
Con razón Jesús dice: «Bienaventurado el que guarda las palabras de la profecía de este libro».
ORACIÓN: Señor, por los ojos de fe de mi imaginación que me dan esperanza, te doy gracias. Amén.
Rev. Dr. Dean Nadasdy, orador invitado de La Hora Luterana
Para reflexionar:
* Si en tu imaginación pudieras viajar a cualquier lugar o momento en particular, ¿dónde y cuándo sería?
* De las cinco imágenes vívidas en este texto de la Escritura (un río cristalino, el trono de Dios y el Cordero, una ciudad brillante, el árbol de la vida y el rostro de Dios), ¿cuál te intriga más y por qué?
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