Vengan a ver las obras de Dios, sus hechos sorprendentes en favor de los hombres. Convirtió el mar en terreno seco, y ellos cruzaron el río por su propio pie. ¡Alegrémonos por lo que hizo allí!
Salmo 66:5-6
El salmista nos invita a venir y ver lo que Dios ha hecho, para celebrar las maravillas del Señor entre su pueblo. Entonces, ¿dónde comienza el salmista? ¿Cuál es el primer hecho asombroso mencionado?
Hay, después de todo, tantos. El salmista podría haber hablado de la creación del mundo, cuando Dios llamó a la existencia la luz y formó al hombre del polvo de la tierra. Nuestra atención podría ser atraída a los actos de juicio de Dios en el Diluvio o en la Torre de Babel, hechos tanto asombrosos como terribles. Otro hecho asombroso fue la promesa del pacto de gracia del Señor hecha al patriarca Abrahán, cuyo descendiente sería una bendición para todas las naciones.
Esas son obras asombrosas, pero no se mencionan en este salmo. El salmista comienza con el éxodo de Israel de Egipto, cuando cruzaron el Mar Rojo y finalmente llegaron al río Jordán de la Tierra Prometida. Dios «convirtió el mar en terreno seco, y ellos cruzaron el río por su propio pie”. Con poderosos actos, Dios liberó a su pueblo de la esclavitud. La sangre de los corderos inmolados los salvó la noche en que Dios destruyó a los primogénitos de Egipto. Atrapados en el mar Rojo y enfrentando una muerte segura, Dios abrió un camino a través del agua. Los israelitas pasaron a salvo, y el mar volvió a su lugar, ahogando al enemigo que los perseguía. Cuando llegaron al Jordán que se desbordaba, Dios hizo que las aguas se acumularan para que la gente pudiera cruzar el río en seco. Estas fueron las asombrosas obras del Señor mientras guiaba a su pueblo a través del agua hacia la libertad y la nueva vida.
Supongamos que extendemos la misma invitación a otros: «Vengan y vean lo que Dios ha hecho». ¿Por dónde empezaríamos? Podríamos elegir el lugar donde comenzaron las maravillosas obras de Dios en nuestras propias vidas, en la pila bautismal. Allí, a través del poder del Espíritu Santo obrando en el agua y la Palabra, fuimos sepultados con Cristo y resucitados a una nueva vida. Desde ese día en adelante, las maravillas del Señor continuaron en nuestras vidas.
Pero tal vez deberíamos volver a hechos asombrosos anteriores. Podríamos comenzar al pie de la cruz, donde el Cordero de Dios fue inmolado para salvarnos de la muerte y de nuestra esclavitud al pecado. En un poderoso acto, Jesús resucitó de entre los muertos, una victoria que ahora es nuestra por fe. En la tumba vacía, un ángel dijo a las mujeres que habían venido a buscar al Señor: «Vengan y vean el lugar donde fue puesto el Señor. Luego, vayan pronto y digan a sus discípulos que él ha resucitado de los muertos» (Mateo 28:6b-7a). De pie por la fe en la cruz y la tumba vacía, invitamos a otros a encontrarse con nuestro Señor crucificado y resucitado: «¡Ven y mira! ¡Esto es increíble!».
ORACIÓN: Señor y Dios, con poderosos actos salvaste a los israelitas. Con poderosos actos me salvaste. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* ¿Cuáles son algunos ejemplos de Jesús en el Nuevo Testamento mostrando poder sobre la naturaleza?
* ¿Qué te parece más asombroso: mover una montaña o perdonar los pecados del mundo? ¿Cuál le costó más a Dios?
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