¡Ven a socorrerme, y líbrame, pues tú eres justo! ¡Dígnate escucharme, y ven a salvarme! ¡Sé para mí una roca de refugio, en donde siempre pueda resguardarme! Sólo tú puedes decretar mi salvación, porque tú eres mi roca y mi fortaleza.
Salmo 71: 2-3
Por la triste experiencia de rodillas raspadas y dedos de los pies golpeados, sabemos que las rocas tienen una merecida reputación de ser fuertes e inamovibles. El salmista usa estas cualidades de las piedras para describir a su Señor. Dios es una Roca y una Fortaleza. Dios es un lugar de seguridad y protección. Es inamovible, siempre presente, siempre disponible. El Señor es una «roca de refugio» en la cual siempre podemos resguardarnos. Sin embargo, aquí oramos con el salmista para que nuestra Roca segura e inamovible, nuestro Dios y Salvador, actúe a nuestro favor. Oramos para que nos libere y nos rescate, para que incline su oído a escuchar nuestras oraciones y nos salve. Y antes de haber hablado, nuestras oraciones fueron respondidas. Nuestra Roca y Fortaleza viviente ya había «decretado mi salvación».
Antes de crear el mundo, Dios dio su mandato de salvar, y en el momento adecuado envió a su Hijo al mundo para que fuera su Salvador. Según el plan de Dios, Jesús se convirtió en «la piedra que los constructores rechazaron» (Salmo 118: 22a). Fue traicionado, condenado a muerte y clavado en una cruz. La Roca inamovible de nuestra salvación se dejó vencer por la muerte mientras sufría el castigo que merecíamos por nuestros pecados. Luego, al tercer día después de su muerte, Jesús resucitó en victoria sobre el pecado, la muerte y Satanás. ¡Ninguna piedra terrenal, por fuerte que sea, podría mantener a nuestro Señor en una tumba!
Jesús, reinando ahora en exaltada gloria, se ha convertido en la piedra angular de la iglesia, su pueblo santo. Para aquellos que lo rechazan, que rehúsan reconocer su señorío, Él se convierte en «una piedra de tropiezo, y una roca que hace tropezar» (1 Pedro 2: 8). Pero para todos los que confían en Él para salvación, Jesús es la Fortaleza y Refugio invicto a quien podemos acudir continuamente. Él es la Roca viviente que nos libra del pecado y la muerte. Él inclina su oído para escuchar nuestras oraciones.
Pero nuestro Señor no es la única Roca en la historia de nuestra salvación. Mediante la fe en Jesús, la piedra angular viva y poderosa, nosotros hemos sido creados de nuevo como «piedras vivas» que están siendo edificadas «como casa espiritual y sacerdocio santo, para ofrecer sacrificios espirituales que Dios acepte por medio de Jesucristo» (1 Pedro 2: 5b). Con confianza, ofrecemos el sacrificio de oración a nuestro Señor, quien siempre inclinará su oído para escucharnos. Como templos vivientes de Dios, traemos alabanzas sin fin ante el trono de Cristo Jesús, la Roca viviente que murió y resucitó para salvarnos.
ORACIÓN: Jesús, tú eres mi Fortaleza, el lugar seguro al que puedo ir continuamente. Amén.
Dra. Carol Geisler
Para reflexionar:
* Cuando piensas en las cualidades inamovibles de Dios, ¿qué te viene a la mente?
* ¿Qué significa para los creyentes ser «piedras vivas» en la «casa espiritual» de Dios?
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